Vemos como hay una falta de concentración y no se logra hablar del tema si no que se comienza con la crìtica personal que, màs que crìtica, es maledicencia; cosas muy diferentes.
Veo que ni siquiera se puede llamar criticastro a alguno sino maldiciente. Pero no es de extrañar dado que es uno de los desahogos que tienen los mediocres.
Tener el valor y la simpatía de hablar mal de uno mismo puede ser humorístico pero desaconsejable para quien lo hace. El maldiciente jamàs hablarà mal de sì mismo si no es para usar la ironía y demostrar que dispone de màs valor que el que posee.
No siempre el criticastro es maldiciente porque si bien este también siente odio por la gente y por la vida que le tocò, pero no necesita de la envidìa que es fundamental en el primero.
Son ambos frutos de la mediocridad pero diferentes en su motivación.
El crìtico no pone umbrales para evaluar a los autores o artistas porque observa la obra en sì. El criticastro no sòlo observa la persona sino que pone, para los demás, un umbral bien alto en modo que todos estèn por debajo; esto le permite despreciar con motivo a la gente. Jamàs usa ese umbral para uso propio. Su valor es bajo pero jamàs se autocritica.
A quien usa la maledicencia no se lo puede llamar calumniador porque este desafìa al castigo, en vez, el maldiciente lo evita y si es necesario retracta lo que ha escrito.