
Iniciado por
Dorogoi
Crìtica:
Segùn De Sancis existen dos tipos de crítica literaria: la crítica literaria en sí, o sea el juicio y la crítica de libros que han pasado a la historia o que han logrado un buen éxito de lectores y que han salido desde hace algún tiempo, y el criticastro (Crítico que sin apoyo ni fundamento ni doctrina, censura y satiriza las obras de ingenio) que realiza esa crítica literaria hecha por los pensadores y opinionistas que juzgan las obras literarias nuevas, es decir, los nuevos libros que salen en las librerías, que confían en su talento crítico para informar de las obras bellas y feas a los lectores ordinarios.
Aquì en el foro también podemos conocer la figura del “criticastro”, de aquellos que no pueden ni podrán salir de su condición de mediocridad. No pudiendo hacer o decir algo de calidad, se limitan a ejercer lo que a ellos les place màs que nada: criticar sin medidas para rebajar cualquier excelsitud; desprecia todo aquello que ponga en evidencia su mediocridad. Como si cubriéndose los ojos llegara la noche. Nacen criticastros por generación expontànea; no se estudia para eso, al contrario, se debe evitar toda cultura. Nacen a veces por el solo placer de hacer daño; aunque no se gane dinero con eso. Son personas mal paridas que nacieron torcidos, como si el parto hubiese sido rectal.
Todo aquel que tiene algún talento que le permite ir adelante en la vida, admira el esfuerzo y el talento de los demás; saben lo que cuesta y lo respetan. Quien ignora esto es incapaz de una admiración clara, abierta, a la luz del sol. Se resigna a aceptar al superior; pero resignarse no es admirar.
Estos criticastros son de espíritu alicorto. De vuelo gallinàceo. Quien tiene verdaderos valores sabe que los valores naturales no se convierten en talento sin esfuerzo. El criticastro ignora esto y se convierte en lo que Ingenieros llamaba “roedor de la gloria”. Le molesta vivir a la sombra de los grandes y pululan para corroer su imagen; roen sus pies, sus raíces. Los hay a montones en todo lugar y en todo momento. Algunos son màs escandalosos que otros, màs ruidosos para llamar màs la atención.
Saber escribir no significa capacidad o talento, ni siquiera que lo escrito es correcto. El arte de escribir no puede conocer la excelencia mientras se preocupe de acariciar el oído o de engañar la razón con sofismas embaucadores. El mediocre criticastro envidia esa armonía de conceptos que, en el escribir, poseen los grandes, dado que nunca lograrà esa armonía mientra siga utilizando su tortuosa y torturada prosa para velar su vacio intelectual.
El estilo es importante para transmitir sentimientos y conceptos. El más noble estilo es el que transmite ideales hondamente sentidos y los expresa en forma contagiosa, capaz de transmitir a otros el propio entusiasmo hacia algo que embellece la vida: salud moral, firmeza de querer, serenidad optimista.
El criticastro trata de confundir la moral para dar razón a sus incoherencias y usa el pesimismo como blasón para representar una cierta experiencia que no posee; hace ostentación con alabanzas propias aunque ningún mérito aflore de su capacidad. Propone siempre las cosas desde un punto de vista negativo aunque éste no exista; elogia lo grosero e insustancial de otros foristas pretendiendo doblar la vista de lo esencial en un tema.
Un ejercicio suficiente permite escribir, pero es un simple movimiento muscular; es un adiestramiento físico y para eso no se requiere mayor ingenio. Usar la técnica y la corrección es importante pero no es imprescindible para transmitir ideas o conceptos. El estilo, en vez, puede expresar una nueva orientación de ideas o de sentimientos.
Todo escritor mediocre es candidato a criticastro. Sabemos que la mejor crìtica es hacer el mismo trabajo mejor. El verdadero crítico enriquece las obras que estudia y en todo lo que toca deja un rastro de su personalidad. Los criticastros son, de instinto, enemigos de lo que critican: desean achicarlo por la simple razón de que ellos no lo han escrito. Es natural que la incapacidad de crear lleve a destruir. Con su estulticia hace que comparen y confundan la voz con el falsete. Para convertirse en criticastro no es suficiente la mediocridad; se necesita envidia, groserìa, malas intensiones y muchas otras linduras.
Ingenieros golpea a los criticastros y les quita el antifaz sentenciando: