En la cultura de la Antigua Grecia, la virginidad se consideraba como la más elevada de las virtudes. En la mitología griega aparecen tres diosas vírgenes en el Olimpo: Artemisa, Atenea y Hestia. Se decía que Artemisa había jurado no tener hijos después de ayudar a su madre a dar a luz a su hermano Apolo, mientras que Atenea alumbraba niños 'mediante sus pensamientos'. Para Atenea, el encuentro entre las mentes era una forma más pura de amor que su mera demostración física, de modo que concedía hijos semidioses a los hombres mortales que amaba mediante la concepción mental.
Hestia era objeto del afecto de Apolo y de Poseidón, pero para evitar conflictos los rechazó a ambos y se juró a sí misma que llevaría una vida virginal. Las tres aparecen en la obra del poeta épico Homero y sus equivalentes romanas (Diana, Minerva y Vesta) también figuran en la literatura de Ovidio. Desde la caza hasta la sabiduría, su estatus de mujeres virginales les concedía grandes poderes.