En primer lugar, dice que Dios no quiere ni le agradan sacrificios ni ofrendas de animales,
ni holocaustos para quitar el pecado, a pesar de que son cosas que la ley manda ofrecer.
Y después añade: «Aquí vengo para hacer tu voluntad.»
Es decir, que quita aquellos sacrificios antiguos
y pone en su lugar uno nuevo.
Dios nos ha consagrado porque Jesucristo hizo la voluntad de Dios
al ofrecer su propio cuerpo en sacrificio una sola vez y para siempre.