(Juan 10:18) Nadie me la quita,
sino que la entrego voluntariamente.
Tengo autoridad para entregarla
y tengo autoridad para recibirla de nuevo.
Ese es el mandamiento
que recibí de mi Padre”.
Desde los días del fiel Abel, los siervos de Dios
habían esperado con anhelo la Descendencia predicha por Jehová.
(Génesis 3:15; 4:1-8; Hebreos 11:4.)
Se les había revelado que esta Descendencia sería el Mesías,
o “Ungido”, que cumpliría el propósito de Dios.
Él ‘acabaría con el pecado’,
y las glorias de su Reino estaban predichas en los salmos.
(Daniel 9:24-26; Salmo 72:1-20.)
¿Quién resultaría ser el Mesías?
Imagínate la emoción Roberto0 que sintió un joven judío
llamado Andrés cuando escuchó a Jesús de Nazaret.
Corrió a buscar a su hermano Simón Pedro y le dijo:
“Hemos hallado al Mesías”. (Juan 1:41.)
Los discípulos de Jesús estaban convencidos
de que aquel era el Mesías prometido. (Mateo 16:16.)
Y los cristianos verdaderos han estado dispuestos
a dar la vida por su convicción de que Jesús
efectivamente fue el predicho Mesías, es decir,
el Cristo. ¿Qué los ha convencido de ello?
LO QUE YO ENSEÑO NO ES MIO
PERTENECE AL QUE ME ENVIO” (Juan 7:16.)