Los ricos poderosos de las naciones, especialmente los poderosos del imperio romano (emperador Constantino y sus descendientes, siglo IV), no querían ser iguales a los demás, querían tener más poder y más riquezas que los demás y querían imponer penas de muerte a los que no les obedecían... Ellos querían tener de esclavos a los humildes del pueblo y querían ser dueños de tierras y riquezas.

El Evangelio estaba en contra de la codicia de aquellos poderosos, y éste fue el motivo de abandonar los misericordiosos mandamientos del Evangelio e imponer en su lugar las biblias judías del viejo testamento que imponían penas de muerte, guerras y esclavitud.