9.1.- Mis hijos

Después de mi primer hijo varón, al año siguiente nos nació una mujercita, con lo que ya teníamos la pareja, decidido a no procrear un montón de hijos a los que no pudiera dar una educación adecuada – como nosotros, los hijos de mi padre y de mi madre- y un tanto por evitarle riesgos a mi esposa, decidí que no habría más hijos, lo comentamos Ana y yo y ella empezó a tomar anticonceptivos, orales e inyectables. Pero ocho años después, tal vez tuvo un descuido porque resultó embarazada nuevamente, me enojé mucho, pero tuve que aceptarlo y llegó una niña más.

La insté para que se operara de una vez, pero no quiso, en una consulta con mi doctora del Seguro Social, comenté esto y me aconsejó que me hiciera una vasectomía, me gustó la idea, pero tenía miedo de perder la libido y dejar de funcionar sexualmente, me comentó que esto no sucedía, que su marido funcionaba perfectamente, sin la preocupación de embarazo, la pareja disfrutaba plenamente del sexo, para reafirmar lo dicho me nombró a otras parejas que habían pasado por esa experiencia. Tomé nota y en un arranque de audacia, entrevisté a algunas de las señoras mencionadas, sobre el tema. Las reacciones fueron muy diversas, desde incredulidad hasta indignación, pero obtuve información muy importante para mí.
Me decían por ejemplo y a usted, ¿Qué le importa?, explicaba el motivo lo mejor posible y conseguía que me dijeran en confianza “pues, si se hizo la vasectomía y funciona muy bien” pero ahora que sabe que no dejará hijos regados se ha vuelto más coscolino”, o el problema es que ahora quiere tener sexo a cada rato, donde sea, se ha soltado. En general todos continuaban su vida sexual sin problemas, sólo una me dijo, “el mío no funciona bien, pero creo que es porque tenía mucho miedo de hacerse la operación”. Eso me motivó y enterado que llegaría un cirujano muy experimentado hice mi cita, que llegó muy rápido, recibí un aviso con la fecha, era en domingo por la mañana, acudí puntual al área de urgencias, expliqué el motivo de mi visita y me enviaron a una enfermera muy joven para que me preparara, trajo un pequeño jabón, una navaja de rasurar y un rastrillo, me pasó a un baño y me pidió que rasurara el área genital. Con mucho cuidado procedí, pero la enfermera entraba a cada rato para preguntar si había terminado, tuve que decirle, apenado que no era fácil, que la cara estaba lisita pero los testículos arrugados y no me quería cortar, cuando al fin terminé dijo que tenía que cerciorarse de que lo había hecho bien y con una mano examinó los testículos, eso me provocó una fuerte erección, a pesar de la vergüenza que tenía, no se inmutó, de su pequeño maletín extrajo un cubito de hielo, lo aplicó a los testículos y la erección desapareció como por arte de magia, pasamos al quirófano y preguntó por el cirujano, la respuesta fue burlona “anda afilando el tranchete . Me pusieron en el quirófano y me hicieron una ráquea , después procedieron a embadurnar mi zona genital con un desinfectante , supongo, lo hacían tres enfermeras y cuando llegó el cirujano me dijo “a ver, ¿cuando habías tenido a tres bellas mujeres masajeándote ahí?, se rieron, no supe que decir y aún siguiendo la broma me dijo “me tardé un poco porque fui a capar un puerco a Las Guacamayas”, ahora me reí yo y procedió, vi como hacía un pequeño corte con el bisturí por la parte baja de los testículos, después, con una pinza extrajo una tripita delgada, la amarró en dos lugares y cortó en medio, extrajo dos pequeñas muestras y procedió a coser nuevamente me indicó que debería descansar un rato antes de incorporarme, las enfermeras en tono burlón me decían como una canción de moda “prometes y prometes y nada”, una media hora después, me ayudaron a incorporarme, me indicaron que no debería comer carne de puerco hasta que cicatrizara el corte y que no tuviera relaciones sexuales con mi esposa durante un mes, tiempo en que debería volver para que me hicieran un análisis a fin de comprobar que no había espermas. Regresé a casa como “charrito” con las piernas arqueadas, procurando ni siquiera rozar las herida que por supuesto no dolía gran cosa, al día siguiente teníamos una invitación a un 15 años y no podíamos faltar, fuimos y bailamos, pero no tomé alcohol, me dieron 14 días de incapacidad que no fueron necesarios, trabajé todos los días y cobré mi salario y la incapacidad, al mes regresé para el estudio y nuevamente la enfermera me llevó al baño con un pequeño frasquito, donde debía depositar el semen, le indiqué que yo solo no me inspiraba, se rió mucho y me trajo una revista con algunas mujeres en bikini, indicándome que sólo esa ayuda me podía dar, que le echara imaginación, entregué la muestra y en una semana me dieron un documento con los resultados: El semen no contenía espermas. Lógicamente mi familia se dio cuenta de esto. Una de mis cuñadas me dijo burlona “ahora si ya valiste, no vas a servir para nada” contesté la burla con un “no doy muestras gratis” y así quedó el asunto. Obviamente, no tuve problemas de ningún tipo, por el contrario, llegué a recibir insinuaciones de probar que funcionaba bien, pero Ana me era suficiente, nuestros pleitos y reconciliaciones requerían de mucha energía de mi parte.