No es diferente ser orgulloso que ser fiel a un ser universal trascendental por creencia. Este tipo de seres se creen dioses únicos, anhelan que los demás las admiren y las adoren. Hay quienes dicen que el orgullo es tan desagradable que hasta la gente orgullosa se disgusta cuando lo ve en otras personas. Sin duda, Yahvé es ejemplo del lado venenoso en el orgullo, el orgullo universal, máximo, absoluto. Los fieles a estos egregores que llaman dioses únicos se han contagiado de ese veneno, pero peor, pues nisiquiera cultivan su propio orgullo sino que son residuos del orgullo de otro. Uno de ellos fue Uzías. Este rey de Judá fue fiel a uno de esos egregores durante años; tan pronto como se hizo fuerte, su corazón se hizo altivo, de modo que actuó menos como una extensión impotente y decidió ser orgulloso con más dignidad que ser el residuo de otro orgulloso, pues eso era más triste. Como buen orgulloso, su dios se enfadó, porque el orgullo de un ser así es veneno puro, orgullo absoluto, no admite más que adoración a su infantilismo de creerse único, más no que uno se adore a sí mismo.

No hay nada de malo en disfrutar de la vida, pero aquella calaña de sumisos anexa que debe ser equilibrada, y esa palabra es a conveniencia de volver a otros sumisos e incompetentes para aprovechar sus fuerzas. Alguien cegado a arrodillarse a egregores del monoteísmo suele entender que deben ir los placeres detrás de su deidad, porque esas entidades son orgullosas a un nivel enfermizo, y sus seguidores tienen el síndrome de estocolmo level religión.

Amen los placeres más que a sus dioses, pues esas entidades están dispuestas a negociar, pero si te arrodillas ciegamente a su voluntad, dejarás las únicas señales que hacen valiosa tu vida, las dejarás atrás, serás el títere de esos egregores tiranos. Tu goce te muestra el sendero que debes recorrer para relacionarte con lo divino, pero los que se creen entidades trascendentales y únicas dirán ''eso significaría que me amarían hasta cierto punto'' porque tienen miedo, miedo a la voluntad viva del que no se conforma con ser un simple nacido de humanos; en su miedo amenaza, te obliga a pactos que te llevarán a uno o varios infiernos, como Yahvé, como Enlil;
recuerda que quien te exige amor no sabe nada de amor, es hijo del odio y el resentimiento, la ira, la tortura; como Yahvé, como Enlil.
¿Está bien llamar despectivamente a Lucifer pero no a Yahvé? Patrañas, juego de tronos entre egregores.

La verdadera advertencia no son las amenazas de los seguidores de un egregor que se cree trascendente y universal, sino ser esclavo del amor que ofrece esa entidad. El mismo amor de una mujer golpeada por su esposo golpeador. Una pena.

Porque justamente la gente que solo se amará a sí misma; no serán amantes del dinero, fanfarrones, desagradecidos y desleales. Ni serán traicioneros y testarudos. Y de los que estarán llenos de orgullo, amarán los placeres en vez de a Dios, porque son más sabios que los que declinan su existencia a ser esclavos de un orgulloso metafísico que se cree único cuando es tan sólo otro egregor del montón. Y aún más sabios son los que saben medir su orgullo volviéndolo la pieza justa para darle fuerza a su maquinaria deseante. Deseo afirmativo, potencialidades incrementadas.

Aún estan con vida los que serán traicioneros a las cegueras y testarudos contra los tiranos, serán más dignos en el orgullo a sus potencias que arrodillados ante la impotencia del Gran Triste Metafísico que han elegido entre los egregores. Los sabios amarán los placeres en vez de a esos dioses que creen ser Uno y creen ser Dios.

Los que cayeron entre los espinos son los que oyen al corazón pero lo traicionan, como se dejan llevar por las preocupaciones de ese trono universal que veneran, e ignoran las riquezas de la vida y los placeres de este mundo, acaban completamente ahogados en hipocresía y no llegan a dar fruto maduro.

Hoy muchos son amadores de placeres como en todas las épocas. Tal como no hay nada de malo en tener un punto de vista razonable y saludable sobre uno mismo, tampoco hay nada de malo en disfrutar de la vida de una manera equilibrada.