El ojo por ojo, las penas de muerte, las guerras, los sacrificios, la esclavitud y las matanzas de pueblos enteros, hombres, mujeres y niños..., todos esos mandatos del Viejo Testamento que faltaban a la misericordia fueron abolidos con las enseñanzas misericordiosas del Evangelio, y fueron abolidos porque no eran de Dios, pues Jesucristo no vino a abolir la verdadera ley de Dios.