Luego:
CRISTIANISMO CAPITALISTA
Todo buen estudiante de la Biblia sabe que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento promueven y enseñan acerca de la propiedad privada y de la libre gerencia de la propiedad personal (Ej. Gen. 23:13–20; Rt. 2; Sal. 112; Prov. 31; Is. 65:21–22; Jer. 32:42–44; Luc. 12:13–15; Hech. 5:1–4; Ef. 4:28). Considérese, además, que en varios pasajes de las Escrituras se menciona el deber de la restitución (Ej. Ex. 22:1), y el propio mandamiento “no hurtarás” (Rom. 13:9) es una declaración elocuente que afirma el derecho a la propiedad privada. Y, es muy obvio, por lo tanto, que la propiedad privada es un derecho otorgado por Dios, y la administración de ésta es una responsabilidad dada por Dios al hombre.
Nuestro derecho de poseer propiedades proviene de nuestro deber de trabajar. Dios dijo a Adán “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Gen. 3:19). Sin embargo, Dios misericordiosamente permite que el duro trabajo sea recompensado con propiedades personales (Sal. 126:6). Por lo tanto, la existencia misma de la propiedad privada estimulará la diligencia y productividad del hombre (“La mano negligente empobrece, mas la mano de los diligentes enriquece”, Prov. 10:4). Por el contrario, en el plan de Dios, “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tes. 3:10).
En fin, la Biblia enseña que los trabajadores merecen su paga, y aquellos que trabajan duro deben ser recompensados, mientras que los perezosos permanecerán pobres por su propia decisión (Prov. 10:4, 14:23; Luc. 10:7).
“La mayordomía bíblica ve a Dios como el Propietario de todas las cosas (Sal. 24:1) y al hombre—individualmente y colectivamente—como Su mayordomo. Cada persona es responsable ante Dios por el uso de cualquier cosa que tenga (Gen. 1:26–30; 2:15). La responsabilidad de cada persona como mayordomo es maximizar el rendimiento de la inversión del Propietario, utilizándolo para servir a otros (Mat. 25:14–30)”
Sólo en una sociedad que permite la propiedad privada, el individuo podrá utilizar su propiedad para servir a otros (1 Tes. 4:11-12; Ef. 4:28). Cuando entendemos la propiedad privada en el contexto de la mayordomía bíblica, podremos concentrarnos mejor en nuestra necesidad de trabajar y de servir a otros, en lugar de acumular más y más para nuestros propósitos egoístas. En este sentido, y en el plan de Dios, la propiedad privada estimulará la sabia administración de los recursos (aunque sean escasos), mientras que la propiedad pública no proporciona tal estímulo al hombre.
La cosmovisión bíblica apoya la propiedad privada y la libre empresa. Por este motivo, los cristianos ven el trabajo como una virtud, no como “un vicio”. En cambio, los griegos y los romanos basaron su caso a favor de la esclavitud en la idea de que el trabajo era un vicio para el hombre, una opinión promocionada tanto por Aristóteles como por Platón.
La Biblia no enseña el socialismo ni el comunismo, una verdad evidente hasta para Engels, quien escribió “Si unos pocos pasajes de la Biblia pueden ser favorables al comunismo, el espíritu general de su doctrina es, no obstante, totalmente opuesto a éste” (Karl Marx and Frederick Engels, Collected Works, 40 vols. New York, NY: International Publishers, 1976).
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EL CRISTIANISMO SÍ ES LA RELIGIÓN DEL CAPITALISMO.