Bueno, pues creo este hilo para colgar una serie de capítulos de un relato que he estado escribiendo durante un tiempo y que aún no he acabado con el fin de propagarlo y saber opiniones.

Polvo Estelar - Capítulo I

*Déborah es un gólem*.

El viernes Déborah y yo trabajamos toda la noche para tener a punto el Pegassus. Arreglamos las averías causadas por los malditos vándalos anónimos. Instalamos también el sistema de seguridad que diseñamos entre las dos, no me resultó muy difícil con su ayuda.

Subimos a bordo, preparé las coordenadas hacia el planeta Sevis. Cuatro horas de viaje, y eso que íbamos a la velocidad de la luz. Un poco lejos, pero era de total urgencia. No podíamos aguantar más sin Polvo Sideral.

Hicimos una parada de 10 minutos. Dejamos el piloto estático. Mientras tanto nos entretuvimos observando las explosiones de las supernovas lejanas. No existe una visión igual. Aunque supongo que tú, Space, ya lo sabrás.

Los habitantes de Sevis no tienen muy buena fama interespacial. Teóricamente son unos seres rastreros, malvados y no es conveniente relacionarse con ellos. Ya me conoce, no le temo al peligro. Ni al riesgo.

Físicamente tienen nuestra aspecto, quiero decir, son humanoides. Lo único que les caracterizan de nosotros, es su piel grisácea, los ojos, que parecen inyectados en sangre y unos colmillos levemente desarrollados. Siempre van ataviados con gabardinas y un sombrero de ala ancha, con el que suelen resguardar parcialmente su rostro. Sombrero... Y eso que su cielo es de un tono plomizo. Cuestión de símbolo.

Mis contactos sevisianos aguardaron muy puntuales en el lugar citado, y debo añadir que fueron muy amables. Apariencia, apariencia. Realizamos el pacto previamente acordado y sin ningún tipo de problema.

El plan primario era volver nada más recoger el cargamento, pero a Déborah y a mí nos sorprendió en nuestra ruta de vuelta, un cinturón de asteroides que inexplicablemente se trasladó. Todo un misterio. Sin más remedio, descansamos allí un día más.

Pasado ya el peligro, nos despedimos del gris planeta con cierta simpatía y rumbo a casa. Abrimos el cargamento. Me quedé pretificada a la impresión. Polvo estelar negro. Negro. ¿Negro? ¡NEGRO!

Explico: el polvo de estrellas es azul. Siempre. Déborah y yo en total sintonía nos miramos largamente estupefactas.

"Supongo que el de allí será de este color. Sí, si buscamos una lógica, será por el ambiente. El ambiente era algo ceniciento, las estrellas cercanas, tal vez...

Tranquilizándola con estos argumentos, le serví la cantidad estándar para su funcionamento.

Todo perfecto. Energía corporal bien, sus funciones mentales bien. Todo perfecto. Pero me equivoqué...

Al día siguiente, se me acerca decidida.
-Estoy enamorada.
-¿Qué?
-Que estoy enamorada.
-Me río cantarinamente- Tú no puedes estar enamorada, lela, no te di esa opción en tu parche de inteligencia artificial. Ni si quiera está al alcance de tu sistema de aprendizaje.
-¡Pues lo estoy, despreciable engendro de carne!
-...

Se va de un sonoro portazo. "Despreciable engendro de carne". Buena ésa. Pensé en desmotarla y añadirle unos datos de modales, pero entonces dejaría de ser Déborah. En fin, la dejé marchar y observé su comportamiento radical.

Dejó de usar la ropa provocativa. Ahora viste ropa formal, muy puritana. Ya no se escapa por las noches. Se escapa por las tardes; Con un libro bajo el brazo. Ana Karenina de Tolstói.

El polvo estelar sigue en la estantería. Yo lo miro recelosa desde cierta distancia. No me atrevo a probarlo.