Tu condenas muy duramente a los cristianos que predicamos el Evangelio. Pero a ti, que condenas tan duramente, fíjate lo que te dice Jesucristo:
"Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados". (Lucas 6:36)