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Todavía oliendo a tinta fresca, leí el libro Blindspot (punto ciego), que cambia mucho los conceptos que tenemos sobre el racismo.
Según escriben los autores, el racismo cambió de envase. Sufrió una mutación.
Aquellas personas que maltratan los negros físicamente, o los agreden verbalmente, son una clase en extinción. Cada vez menos personas piensan que hay etnias inferiores, y si lo piensan, ya no lo manifiestan públicamente.
Sin embargo…los efectos del racismo continúan vivitos y coleando, como podemos ver en las diferentes posiciones ocupadas por blancos y por negros, diferentes ingresos, deserción escolar, desempleo, profesionales académicos, o porcentaje de encarcelados.
Para los autores del libro, la explicación está en nuestro racismo implícito o inconsciente, del cual ni nosotros mismos nos damos cuenta, pero que puede ser medido objetivamente por un test llamado
IAT, que evalúa la facilidad con que asociamos negro y blanco, a conceptos positivos o negativos. Casi un 75% de los miles que hicieron el test en EU, revelaron preferencia automática por blancos.
Estos porcentajes ya eran de esperarse, pero lo realmente inédito que se lee en este libro, es sobre el nuevo racismo. En vez de practicar actos que perjudican miembros de otros grupos, cada vez más se aumenta el favorecimiento a los miembros de su propia etnia.
En un mundo en que por ejemplo la carta de recomendación de una persona importante, es un seguro abre puertas de mejores empleos. Que el
networking es fundamental para ser reconocido y valorado en el mundo corporativo. Y que el 99% de los altos ejecutivos de empresas -por ejemplo- son cara pálidas, la brecha entre negros y blancos aumentará aún más.
Si bien este nuevo racismo tiene la ventaja de no ser violento como el tradicional, tiene la gran desventaja de que es mucho más difícil de combatir.
Al final de cuentas, no se le puede recriminar a nadie intentar ayudar a sus amigos.
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