Los campos de concentración católicos en Croacia 1941-1945
El clero apoyaba al régimen con entusiasmo fanático. La mayoría de los católicos compartían las metas ideológicas de los ustashi y recibieron con beneplácito el fin de la tolerancia religiosa impuesta por la antigua Yugoslavia. El papa en persona recibió en audiencia a Pavelic y bendijo a toda la delegación de los ustashi desplazada a Roma, incluida la representación de la Hermandad de los Grandes Cruzados, encargados de convertir al catolicismo a los serbios por medio de tácticas que, como veremos, no eran precisamente evangelizadoras.
Durante sus cuatro años de existencia como Estado independiente (1941-1945), en Croacia se ejecutó a más de 750.000 serbios, judíos y gitanos.4 De los 80.000 judíos de Yugoslavia, 60.000 fueron asesinados, la gran mayoría de ellos en Croacia. La mayoría de estas matanzas las cometieron los ustashi. Croacia fue el único país, junto con Alemania, en el que funcionaron campos de concentración a gran escala durante la Segunda Guerra Mundial.
Al contrario que los nazis, que idearon un sistema de exterminio industrial y discreto, el genocidio en Croacia y Bosnia-Herzegovina se caracterizó por la ejecución de asesinatos rituales en lugares públicos, perpetrados con sádico y desenfrenado entusiasmo. El historiador austríaco Freidrich Heer comentaba en 1968 que lo sucedido en Croacia era el resultado del «fanatismo arcaico de épocas prehistóricas». Según este experto, Pavelic fue «uno de los mayores asesinos del siglo xx». Ello no es óbice para que, curiosamente, Pavelic sea visto como un héroe en la Croacia moderna.
El «héroe» croata solía referirse a los serbios de la siguiente manera; «Los eslavoserbios son el desperdicio de una nación, el tipo de gente que se vende a cualquiera y a cualquier precio...». Buena parte de esta animadversión era azuzada desde los pulpitos. El propio arzobispo Stepinac decía:
Después de todo, los croatas y los serbios pertenecen a dos mundos distintos, polo norte y polo sur, nunca se llevarán bien a no ser por un milagro de Dios. El cisma de la Iglesia ortodoxa es la maldición más grande de Europa, casi más que el protestantismo. Aquí no hay moral, ni principios, ni verdad, ni justicia, ni honestidad.
El 12 de junio de 1941, todos los judíos y serbios de Croacia se encontraron con que su libertad de movimiento había sido res tringida. El ministro de Justicia, Milovan Zanitch, no tenía el menor reparo en declarar el sentido de estas medidas:
Este Estado, nuestro país, es sólo para los croatas y para nadie más. No habrá caminos ni medidas que los croatas no empleen para hacer nuestro país realmente nuestro, limpiando de él a todos los ortodoxos serbios. Todos aquellos que llegaron a nuestro país hace trescientos años deben desaparecer. No ocultamos nuestras intenciones. Es la política de nuestro Estado y para su promoción lo único que haremos será seguir fielmente los principios de los ustashi.
Para entonces, las matanzas ya habían comenzado. Mile Budak, ministro de Educación del gobierno croata, declaraba en Gospic el 22 de julio de 1941:
Las bases del movimiento ustasha son la religión. Para las minorías, como los serbios, judíos y gitanos, tenemos tres millones de balas. Mataremos a un tercio de la población serbia, deportaremos a otro tercio, y al resto lo convertiremos a la fe católica para que, de esta forma, queden asimilados a los croatas. Así destruiremos hasta el último rastro suyo, y todo lo que quede será una memoria aciaga de ellos...7
La campaña de limpieza étnica dio comienzo casi de inmediato. Buena parte de la legislación y estructura administrativa del nuevo Estado se adaptó para que se ajustase lo más posible al derecho canónico.
Stepinac vio con particular beneplácito la ley que decretaba la pena de muerte por el aborto y la ley que imponía treinta días de cárcel por insultar. La oposición política fue barrida de la vida pública. Se prohibió la publicación de textos en cirílico, el alfabeto empleado por los serbios. Asimismo, se comenzó una campaña de «arianización» que denegó los matrimonios mixtos entre católicos croatas y miembros de otras etnias. En la entrada de los parques se instalaron carteles en los que podía leerse: «Se prohibe la entrada de serbios, judíos, gitanos y perros». La Iglesia croata recibió estas medidas con mal disimulado entusiasmo, que quedó revelado, por ejemplo, en las palabras de Mate Mogus, sacerdote de Udbina:
«Hasta ahora hemos trabajado para la fe católica con el libro de plegarias y la cruz. Ahora ha llegado la hora de trabajar con el rifle y el revólver».
Mientras, el infame campo de concentración de Dánica comenzó a recibir a sus primeras víctimas:" al principio judíos, y luego todos los calificados como «indeseables», esto es, los no católicos, que representaban más del 60 por 100 de la población.
Las atrocidades que se cometieron en los campos de concentración de Croacia no tienen parangón, y en algunos casos superan a las de los nazis. Djordana Diedlender, guardia del campo de Stara Gradiska, dio este estremecedor testimonio durante el juicio contra el comandante del campo, Ante Vrban:
En aquella época, llegaban a diario nuevas mujeres y niños al campo de Stara Gradiska. Ante Vrban ordenó que todos los niños fueran separados de sus madres y llevados a una habitación. Se nos dijo a diez de nosotros que los lleváramos allí envueltos en mantas. Los niños gritaban por toda la habitación y uno de ellos puso un brazo y una pierna en la puerta de forma que ésta no pudo ser cerrada. Vrban gritó: «¡Empujadla!». Yo no lo hice, así que él dio un portazo destrozando la pierna del niño, después le cogió por la otra pierna y le estrelló contra el muro hasta matarlo. Tras esto, continuó metiendo a los niños allí. Cuando la habitación estuvo llena, Vrban usó gas venenoso y los mató a todos.
La ferocidad de los ustashi alarmó incluso a los propios nazis, que temían que una represión tan brutal contra una población tan grande desembocase en un alzamiento armado. El 17 de febrero de 1942, Reinhard Heydrich, uno de los mayores artífices de la Solución Final (el plan de los altos jerarcas del Tercer Reich para exterminar a los judíos) y, como tal, no caracterizado precisamente por su piedad, expresaba su inquietud al Reichführer de las SS, Heinrich Himmier:
El número de eslavos masacrados por los croatas de las formas más sádicas está estimado en 300.000 [...]. La realidad es que en Croacia los serbios que quedan vivos son aquellos que se han convertido al catolicismo, a quienes se les ha permitido vivir sin ser molestados [...]. Debido a esto, está claro que el estado de tensión serbocroata es una lucha entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa.
Ante la fría eficiencia de los nazis, que habían convertido el genocidio en una siniestra clase de producción en masa, los ustashi hacían de la muerte de sus víctimas algo personal, complaciéndose en su tortura pública y humillación. Ésta y no otra es la razón de que se conserven un gran número de testimonios foto gráficos de semejantes atrocidades. Se trata de instantáneas que en su mayoría fueron tomadas como «recuerdo» por los verdugos. En ellas se pueden ver barbaridades difícilmente concebibles por una mente cuerda: desde sesiones de tortura jaleadas por un enardecido público hasta procesiones de cabezas clavadas en picas por las calles de Zagreb. El propio Pavelic encontraba perversamente placentero obsequiar a los diplomáticos que le visitaban con cestas llenas de ojos humanos.
Incluso los endurecidos fascistas italianos que controlaban una porción de Croacia durante la guerra estaban horrorizados por los ustashi, y lograron rescatar a un gran número de judíos y ortodoxos, negándose a devolver a una muerte cierta a los refugiados que llegaban a su zona de control. El arzobispo Stepinac se quejó de esta actitud de los italianos tanto ante el obispo de Mostar, los italianos han vuelto y han reimpuesto su autoridad civil y militar. Las iglesias cismáticas revivieron inmediatamente después de su regreso y los sacerdotes ortodoxos, hasta ahora escondidos, reaparecieron con libertad. Los italianos parecen favorecer a los serbios y perjudicar a los católicos, como ante el ministro para asuntos italianos en Zagreb:
Ocurre que en los territorios croatas anexados por Italia se puede observar una caída constante de la vida religiosa y un evidente viraje del catolicismo al cisma. Si la parte más católica de Croacia dejara de serlo en el futuro, la culpa y responsabilidad ante Dios y la historia sería de la Italia católica. El aspecto religioso de este problema lo transforma en mi obligación de hablar en términos simples y abiertos desde el momento en que yo, personalmente, soy el responsable del bienestar religioso de Croacia.