De todas las vicisitudes ninguna nos afecta más poderosamente que la pérdida de la salud. Nosotros podemos perder mucha fortuna o los amigos con relativa ecuanimidad; pero cuando la salud se quebranta y la muerte nos amenaza, hasta los más fuertes vacilan y dándonos cuenta entonces de la impotencia humana estamos más dispuestos a implorar el socorro divino que en otros momentos.
(EI, pág 154).
Max Heindel.