Y es aún más sorprendente al considerar que fue en su campo profesional que Mosser y Owen se colocaron en una posición de riesgo, metiendo el dedo en la llaga al no poco hostil orgullo de la critica evangélica al mormonismo, de por aquel entonces. Intentando convencer a ese público no sólo de la validez de la beca mormona, sino de abandonar completamente el ineficaz enfoque rupestre y supersticioso con el que se acostumbraba ignorarla.
Como resultado, su artículo parecía más una propaganda al mormonismo que un llamado a combatirlo, tanto que muchos evangélicos se sintieron profundamente ofendidos cuando los mormones legos comenzaron a levantar el artículo esgrimiendo los argumentos de Mosser y Owen en sus propias replicas contra los reclamos de la crítica cristiana.
(Por si se te antoja volver a echarle un ojo clica
aquí)
No tardaron pues en exigirles, a los distinguidos Mosser y Owen y a los que con ellos estaban, que proveyeran una solución para la tan mortal estocada que le habían clavado a la crítica evangélica. Presionándolos a retirar públicamente sus declaraciones o de producir ese tan complejo nuevo diálogo académico, serio y respetuoso con los mormones que proponían y al que habían obligado al mundo cristiano con su tan respetada y erudita opinión.
Así vieron la luz nuevos capítulos de la trama con varias publicaciones que siguieron, y donde muchas veces se logró enardecer aún más los ánimos caldeados en las bibliotecas y los discursos del contra culto antimormón que es el medio de vida de muchos evangélicos especializados en esa rama. Y no siempre se alcanzó los utópicos ideales que perseguían en sus metas originales, si alguna vez se logró el ambicioso propósito plenamente.
Por mi parte, lo que realmente admiro de Owen es su completa sinceridad en su estudio de la doctrina mormona. Pocas veces se encuentra gente de otras convicciones religiosas y más aún en la capa culta del cristianismo en general, dispuesta a considerar con seriedad auténtica los reclamos teológicos de lo aseverado por José Smith el profeta y sus seguidores.
Pero es alentador que poco a poco vayan apareciendo más y más de estos cristianos amantes de la verdad, dispuestos a encarar auténticamente el desafío que plantea el Libro de Mormón al mundo. Sí, los que tengan oídos para oír, oigan.