Iniciado por
Mechanic Hamlet
Cuando niña, y en cuarto de primaria, un niño, llamado Marco, gordo, enorme y feo, me molestaba a tal punto de empujarme y tirarme al suelo o por las escaleras, además de jalarme mis coletas. Escondía mis cuadernos y rayaba mi mochila. También me robó mis coloritos el muy jodido. Me decía 'Fea y tilica'. Eso pasaba casi todos los días.
Un día jugando en un sube y baja, que se me atoran los calzones en el asiento y me los rasgó horrible, y ahí estaba esa bola de cebo riéndose como vil marrano junto con sus amigotes y me señalaban. A partir de ahí, dejé de usar calzones para que no volviera a pasar lo mismo y no me volví a subir a ningún sube y baja.
Un día me llegó a decir que si le decía algo a la profesora o a mis papás, que me iba a ir peor, y me dio mucho miedo.
Pasó el tiempo y este chamaco cagón me colmó la paciencia, así que un día lo agarré del brazo y le dije: 'Si te gano en un unas vencidas, ¿me dejarás de molestar?', y que se empieza reír como estúpido, y le repetí la pregunta. Aceptó, muy confiado de sí, y jalamos dos sillas y se juntó la bola de sus amigos junto con otros niños que ni conocía.
Tenía tanto coraje que, a la primera, le gané con mucha facilidad, y así hasta la tercera vez.
El chamaco se quedó todo sacado de onda y mudo, y yo también... no me la creía. No sé de dónde saqué tantas fuerzas. Sus amigos se empezaron a burlar de él y no olvidaré aquel momento de gloria: 'Uhhhhhhh, una vieja te ganó... te ganó'. El gordo se largó y jamás me volvió a molestar, solamente se me quedaba viendo feo y ya.
Ya quisiera ver si se atreve a decir y hacerme lo mismo en estos momentos el muy cabroncete.
Ahora, este problema ha ido en aumento y es algo lamentable. Los papás deben de estar atentos al comportamiento de sus hijos y también los maestros. Todo tiene su raíz en la educación desde el seno familiar.