La religión nunca estuvo desligada de la política, siempre fue parte. Incluso las sectas: Epicuro en su secta mostraba una forma de habitar el mundo que dejaba en evidencia los sesgos en los defensores de Atenas quienes se creían lo más importante del mundo en su mayoría llamando a los de afuera bárbaros. O por ejemplo los pitagóricos, proponiendo otra forma ética de encarar la cotidianidad, también incomodaba.

Ver las cosas de forma lineal, teleológicamente suele llevar a un sesgo muy común que nos hace creer : o que estamos cada vez mejor o cada vez peor, ignora las conexiones en todas direcciones que habitan las relaciones humanas más allá de las imposiciones hegemónicas de narración. La idea de Dios alguna vez funcionó como forma de ordenar ciertas cotidianidades en la inmanencia, desde la modernidad con la muerte de Dios tan sólo se quedó como algo burocrático que no incide para nada en las fugas o derrames del sistema como sí sucedió cuando tenía sus movimientos sectarios.

Pero hay otro sesgo: creer que secta es sinónimo de negocio. Depende, diría yo: depende.