Epílogo - Charles Baudelaire

[Lucian]

Baudelaire, el ángel de las letras europeas. Un alma evolucionada que nunca debió habitar en aquella época nefasta, pero que por otro lado, es lo que lo hace ser
lo que hoy es. Cuántos recuerdos me trae. He vivido en carne propia muchas de las
desgracias de su vida, de los malestares que acechaban su día a día.
Ha sido mi luz para guiarme en el camino de las letras.
Les recomiendo que lean la biografía de Nydia Lamarque, en donde se aclaran
un montón de porquerías que se dicen sobre Baudelaire desde el día de su muerte
hasta hoy.


Un hemisferio en una cabellera

Déjame respirar mucho tiempo, mucho tiempo, el olor de tus cabellos; sumergir en ellos el rostro, como hombre sediento en agua de manantial, y agitarlos con mi mano, como pañuelo odorífero, para sacudir recuerdos al aire.

¡Si pudieras saber todo lo que veo! ¡Todo lo que siento! ¡Todo lo que oigo en tus cabellos! Mi alma viaja en el perfume como el alma de los demás hombres en la música.

Tus cabellos contienen todo un ensueño, lleno de velámenes y de mástiles; contienen vastos mares, cuyos monzones me llevan a climas de encanto, en que el espacio es más azul y más profundo, en que la atmósfera está perfumada por los frutos, por las hojas y por la piel humana.

En el océano de tu cabellera entreveo un puerto en que pululan cantares melancólicos, hombres vigorosos de toda nación y navíos de toda forma, que recortan sus arquitecturas finas y complicadas en un cielo inmenso en que se repantiga el eterno calor.

En las caricias de tu cabellera vuelvo a encontrar las languideces de las largas horas pasadas en un diván, en la cámara de un hermoso navío, mecidas por el balanceo imperceptible del puerto, entre macetas y jarros refrescantes.

En el ardiente hogar de tu cabellera respiro el olor del tabaco mezclado con opio y azúcar; en la no-che de tu cabellera veo resplandecer lo infinito del azul tropical; en las orillas vellosas de tu cabellera me emborracho con los olores combinados del algodón, del almizcle y del aceite de coco.

Déjame morder mucho tiempo tus trenzas, pesadas y negras. Cuando mordisqueo tus cabellos elásticos y rebeldes, me parece que como recuerdos.

[parzival]

Baudelaire, el ángel de las letras europeas. Un alma evolucionada que nunca debió habitar en aquella época nefasta, pero que por otro lado, es lo que lo hace ser
lo que hoy es. Cuántos recuerdos me trae. He vivido en carne propia muchas de las
desgracias de su vida, de los malestares que acechaban su día a día.
Ha sido mi luz para guiarme en el camino de las letras.

Te entiendo Lucian, comprendo cada letra que escribiste. Mi amado Baudelaire es para mí más que un poeta y sus poesías más que arte. Hermano sabio de andanzas dolorosas y dichas tenebrosas. Compañero de esta alma ambígüa y errante.

Aún tengo el recuerdo, como labrado con cincel en mi mente, de cuando leí por primera vez su hermoso epílogo.

Te amo, oh infame capital.
Vosotros bandidos, vosotras cortesanas,
que a menudo brindais placeres
que el vulgo profano no sabe comprender.

EL AMOR Y EL CRÁNEO

Viñeta antigua

El amor está sentado en el cráneo
de la Humanidad,
y desde este trono, el profano
de risa desvergonzada,
sopla alegremente redondas pompas
que suben en el aire,
como para alcanzar los mundos
en el corazón del éter.

El globo luminoso y frágil
toma un gran impulso,
estalla y exhala su alma delicada,
como un sueño de oro.

Y oigo el cráneo a cada burbuja
rogar y gemir:
—Este juego feroz y ridículo,
¿cuándo acabará?

Pues lo que tu boca cruel
esparce en el aire,
monstruo asesino, es mi cerebro,
¡mi sangre y mi carne!