Me pongo a pensar en la gaviota, porque hay muchas dando vueltas en éstas épocas. Son épocas en que las gaviotas se sienten exultantes.
Evoco la gaviota, y me surgen inmediatamente tres imágenes.
La primera, el bicho. Bicho bastante repugnante, vive de los despojos ajenos, es casi un carancho en las cercanías del mar, puede vérselo en los puertos o siguiendo las estelas de los buques, comiendo desperdicios -incluída la mierda que dejan los barcos-, o liquidando en las playas o roquedales cercanos los huevos de otros pájaros. Para colmo tiene una carne horrible de fea -alguna vez hace mucho años la probé-, pasa por blanca pero no lo es, plumaje blanco con gris y zonas negras. Feo bicho. Sobrevive porque hay cosas podridas, vive de las cagadas ajenas. No me gusta.
Segunda, me acuerdo de una canción hace años, Una Gaviota en Madrid. ¿Quien no habrá bailado, se habrá alegrado aunque sea un rato bailando a su ritmo? Bueno, gente más grande, claro, no tanto como yo. Además no bailo, debe ser por eso que no me alegro. Pero un ritmo que a mí, por lo menos, me quedó. Porque era eso, alegría.
La tercera, por Juan Salvador, librito que me gustó mucho porque en realidad habla de la búsqueda de la libertad, de la actitud de aprender lo que no se sabe y de enseñar lo poco que se sabe. Mucho me gustó ese libro.
¿Cual de estas tres, será la gaviota exultante de estos días?