Desencanto.
Los finales de cada año son como un centímetro más
que se le añade a la herida del paso del tiempo.
Sé esto muy bien y lo más lógico sería quedarme
quieto; no tratar, bajo ninguna circunstancia, de
realizar movimiento alguno. Mantener una sola
posición y esperar que los vendajes realicen su trabajo.
Esto no sería tan difícil si aquí adentro, en esta sala de
hospital, no hiciera tanto calor y los pacientes dieran
tregua a mis oídos embargados por sus quejidos.
Me veo al borde de un colapso nervioso y resuelvo
buscar la ventana. Talvez el aire frío y el movimiento
indiferente de todo allá afuera puedan aliviar mi malestar.
Sí; es posible que en ese ir y venir de vehículos y personas
haya algo de lo que necesito. Por un momento existe una
pequeña luz de esperanza en todo lo que hasta hace unos
momentos me parecía casi tan desagradable como el
sitio en el que me encuentro.
Entusiasmado camino y voy dejando tras de mí un hilo
de sangre y ahora una enfermera me reprocha tan
estúpida iniciativa. entonces ajusta las vendas y sin decir
palabra alguna, deja ir un inyectable en mis venas.
Dormir es la opción más cercana a lo "bueno" y cayendo
en la cuenta de esto, me dirijo a mi cama mientras saludo
a los pacientes que hasta hace unos minutos me irritaban
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