No tengo motivos para dejar mi racha de soledad. Mi sonrisa me pertenece, nada más a mí. Me miro al espejo y la saboreo, la disfruto como jugoso durazno, sabiendo que no llegará a nadie más. También puedo sentir como mis lágrimas caen como semillas a tierra fértil y en ellas nace el dolor más profundo. ¡Pero son lágrimas que aparecen para complacer a mi desdicha! Y que puedo decir de mis gritos. Los hago volar por toda la habitación, son urracas que graznan improperios y alabanzas y solo mis oídos los engullen con voraz apetito. ¡Oh! Y mi muerte será acompañada de la quietud de la indiferencia. Ninguna lágrima, ningún lamento ni congoja acompañará a mi último estertor. Será una muerte silenciosa, despidiéndome de nadie. Permítanme pues, solo, bañado de abandono, despedirme de esta vida y continuar, eternamente, mi racha de soledad.
Sobriedad.
"La comprensión de que la vida es absurda no puede ser un fin, sino un comienzo".
Albert Camus