
Hoy a las 3 de la tarde murió Cristo en la Cruz para pagar por nuestros pecados. El delito es nuestro, pero al que castigan es a Él, porque se ofrece en nuestro lugar, con tal de que nos confesemos con sincero arrepentimiento y propósito de la enmienda. En cada misa de cada día del año, conectamos con esta hora de las 3 de la tarde del día en que murió Jesús. Da igual que sea una hora de hace 2000 años, la Eucaristía está fuera del tiempo, quien come la Hostia Santa y el Cáliz Sagrado, come y bebe la carne y la sangre de ese Cordero que es Jesús, y ganamos sus méritos como si hubiéramos hecho nosotros el sacrificio de la Cruz. Como dice el poema dedicado a Cristo: "Yo nací porque tú mueras, porque vivas moriré, porque rías lloraré, y espero porque tú esperas. ¡Porque ganes, perderé!"

¿POR QUÉ VAMOS A MISA?
A veces se oye decir: "Yo no voy a misa, porque no siento nada. Es que a mí la misa no me dice nada. Es que..."
Voy a aprovechar este rato para hablar del valor de la misa. A veces se oye decir: «Yo no voy a misa, porque no siento nada. Es que a mí la misa no me dice nada. Es que, no le veo sentido a la misa. Yo, es que me aburro en misa». Voy a decir alguna cosa sobre esto.
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Primero. El cristianismo no es cuestión de sentimientos. Es cuestión de valores. Yo no voy a misa porque sienta algo. Puede ser que sí, que yo sienta y me emocione. Pero la necesidad de ir a misa no depende de lo que yo sienta, sino del valor de la misa. Porque el cristianismo es cuestión de valores. Lo mismo que una madre puede ser que no tenga ganas de atender al niño enfermo. Pero si su hijo es un valor para ella, la madre se desvive por el niño, y lo atiende con gusto, aunque no tenga ganas; porque el hijo es un valor. Cuando obramos por valores, los valores son superiores a los sentimientos.
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Segundo: «Es que a mí la misa no me dice nada, yo no le veo sentido a la misa.» Bien. Esto es lógico que lo diga una persona que no tenga cultura religiosa. No sabe lo que es una misa. Por eso no sabe apreciar lo que es una misa. Para saber apreciar un museo, hace falta tener cultura. El que no tiene cultura, llega a un museo y se aburre soberanamente; porque no sabe apreciar lo que valen los cuadros o las esculturas de un museo. Pero una joya no pierde valor porque haya personas que no saben apreciar lo que vale esa joya.
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Tercero: «Es que yo me aburro en la misa». Bueno. Nadie ha dicho que la misa sea una diversión. Cuando se trata de una diversión, si me gusta, voy; y si no me gusta, no voy. Porque se trata de divertirme. Al que no le gustan los toros, no va a los toros. No hay ninguna obligación de ir a los toros. Al que no le gusta el fútbol, no va al fútbol. No tiene ninguna obligación de ir al fútbol. Cuando se trata de divertirme, yo voy si me gusta, y no voy si no me gusta. Pero cuando se trata de una obligación, no se trata de que me divierta o me deje de divertir. Se trata de que es una obligación que tengo que cumplir. Me divierta o no me divierta Hay muchas cosas que las tenemos que hacer porque son obligatorias.
Yo voy a clase, no porque me divierta ir a clase, sino porque tengo obligación de ir a clase. Yo voy a trabajar, no porque me divierta trabajar, sino porque tengo obligación de trabajar. Porque si sólo voy a clase cuando tenga ganas: me suspenden. Si sólo voy a trabajar cuando tenga ganas: no cobro. Lo que es obligatorio no depende de las ganas. No depende de que me divierta. No depende de que me apetezca. Depende de que es obligatorio. Y tengo que hacer lo que es obligatorio, tenga ganas o no tenga ganas.
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La misa es una obligación. Todos tenemos obligación de dar culto a Dios. Porque somos personas. Las personas podemos conocer a Dios, y tenemos obligación de dar culto a ese Dios que podemos conocer. Las piedras no conocen a Dios, no tienen que dar culto a Dios. Las plantas no conocen a Dios, no tienen que dar culto a Dios. Los animales no conocen a Dios, no tienen obligación de dar culto a Dios. Nosotros somos personas que podemos conocer a Dios, y tenemos obligación de dar culto a Dios, a quien conocemos.
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Y no basta el culto privado: «Yo rezo Yo rezo todas las noches.» Muy bien. Tú rezas por la noche. Das culto privado a Dios. Muy bien. Pero es que además del culto privado, tenemos obligación de dar culto público. Porque todos formamos parte de la comunidad cristiana. Somos miembros del pueblo de Dios. Tenemos obligación de unirnos al pueblo de Dios para dar culto a Dios. Y el acto oficial de culto comunitario a Dios es la misa. Es el acto donde todos nos reunimos. Todo el pueblo de Dios se reúne para, colectivamente, comunitariamente, dar culto a Dios. Y en este culto colectivo que da el pueblo de Dios, yo tengo obligación de participar. La misa es el acto oficial colectivo de culto a Dios.
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Y lo lógico es que esto lo hagas voluntariamente, aunque no tengas ganas. A veces las ganas no coinciden con la voluntad. Yo puedo ir de buena voluntad a misa. Quizás no tenga ganas, pero voy de buena voluntad; porque sé que es una cosa buena que debo hacer. Lo mismo que a veces no te apetece ir al dentista, pero vas voluntariamente al dentista. Necesitas ir al dentista, comprendes que debes ir al dentista, y vas al dentista. Y no vas de buena gana; pero vas voluntariamente; porque vas a hacer una cosa que crees que tienes que hacer. Lo mismo: a lo mejor no tengo ganas de ir a misa, pero voy voluntariamente. Voy a gusto, aunque no tenga ganas, pero sé que es una cosa que debo hacer.
Ahora, lo lógico, es ir a misa de buena gana, porque cuando uno va a mostrar su amor al Padre, lo lógico es que lo haga de buena gana. Si yo voy a misa, es para manifestar a Dios que le quiero. Y cuando un hijo da una muestra de amor a su padre, lo lógico, es que lo haga de buena gana.
Me acuerdo de una vez, lo que tuve que luchar para conseguir que una chica le diera un beso a su madre. Habían tenido un problema, un disgusto. Bien, de acuerdo. Y la chica, hacía algún tiempo le había negado toda muestra de cariño a su madre. Y no le quería dar un beso. Por fin, ya al final, accedió, y le dio un beso a su madre. Pero esto no es lógico.
Un hijo no puede discutirle un beso a su madre o a su padre. Son nuestros padres. Lo lógico es que todo hijo normal le dé de buena gana un beso a su madre. Eso es lo lógico y lo normal ¿Que ha habido un problema? Pues se superan los problemas. Se superan los disgustos. Se superan las dificultades. Pero no es normal que a un hijo se le tenga que forzar a que dé un beso a su madre.
Pues lo mismo. ¿Qué es la misa? Un acto de amor al Padre. Yo vengo a misa para manifestar al Padre que le amo, que para mí Dios es un valor. Que yo con gusto le tributo un acto de adoración. Y como «obras son amores y no buenas razones», ¿cómo demuestro que yo amo a Dios? Viniendo a misa y dándole una muestra a Dios de cariño.
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Pero esto, además, lo haré de buena gana si sé lo que vale una misa. Hace ya unos años participaba yo en una misión que se dio en Torrevieja, en Alicante. Yo hablaba a la juventud mayor de dieciséis años, en el casino de Torrevieja; pero otro padre, el P. Enrique Pardo, hablaba a la juventud menor de dieciséis años, a colegiales. Vivíamos todos en un mismo hotel. A la hora de comer, el P. Enrique Pardo, dice:
- «Hoy se me ha ocurrido una cosa en el Instituto y he visto que ha hecho impacto a los chicos. Ha sido una idea feliz».
Y nos dijo en el comedor a los demás misioneros lo que se le había ocurrido. A mí me gustó tanto que dije:
-Ah, pues yo hubiera dicho lo mismo.
Él dijo a los chicos:
-Una misa vale tanto, que si a mí me ofrecen un millón de pesetas para que no diga una misa, dejo el millón y no dejo la misa.
Le dije yo al P.Pardo:
-Oye, está bien la idea. Yo hubiera dicho lo mismo. Hago mía la idea.
A la semana siguiente me voy a Ecija, en Sevilla, y cuando estoy dando allí conferencias a matrimonios, me acuerdo de la anécdota y les digo:
-La semana pasada en Torrevieja, hablando con un misionero, compañero mío, dijo esto. A mí me pareció fenomenal.
Yo digo lo mismo:
- Si a mí me dan un millón de pesetas para que no diga la misa, dejo el millón y no dejo la misa.
Pero al decir esto, el millón me pareció poco.
-¡Qué un millón! ¡Dos millones que me den, dejo los dos millones y no dejo la misa!
Digo dos millones y me parece poco.
-¡Qué digo dos millones...!. ¡Cinco millones! ¡Diez millones! ¡Cien millones! ¡¡¡Mil millones!!! A mí me dan mil millones de pesetas para que no diga una misa..., ¡y dejo los mil millones! No dejo la misa.
Fijaos el bien que yo podría hacer repartiendo los mil millones de pesetas. Pues el bien que yo podría hacer repartiendo mil millones de pesetas es menos que el bien que hago diciendo una misa. Yo hago más por la Humanidad diciendo una misa, que repartiendo mil millones de pesetas. Las cosas son así, y el que no lo crea es que no sabe lo que vale una misa.
Yo, que me he hecho sacerdote para servir a mis hermanos, ¡hago más por mis hermanos diciendo una misa, que repartiendo mil millones de pesetas! Las cosas son así. ¿Por qué? Porque la misa tiene un valor infinito, y los mil millones tienen un valor finito. Los mil millones se acaban, tienen un valor finito. La misa tiene un valor infinito. Y yo hago más por el prójimo diciendo una misa, que repartiendo millones.
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Inmaculado Corazón de María, ¡sed mi salvación, Madre Mía!