
Hoy he ido a una asamblea de Manos Unidas contra el hambre, me ha invitado una amiga que ayuda a esta ONG que hace poco ha recibido el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en Septiembre pasado.
Me ha impresionado el dato, del que han insistido en que es la noticia en que tenemos que centrarnos:
Según la ONU, cada hora mueren de hambre 1200 niños, es decir, cada tres segundos muere un niño.
Ante esto las personas se dividen en dos, las que echan la culpa al mundo y a las instituciones y que se debería hacer esto o lo otro y que es una gran injusticia pero ellos no tocarían la miseria ni con la punta del dedo meñique, y los que se ponen a trabajar, con su tiempo, su dinero, sus oraciones, su acción directa en los países de misión, etc. Es emocionante ver cómo mujeres de todas las edades y jubiladas (suele haber un mayor porcentaje de mujeres) van por las casas para conseguir donativos, cómo las parroquias se mueven para apoyar proyectos a base del sacrificio económico del los fieles, cómo se dejan su tiempo y su dinero en esta causa solidaria.


Me ha impactado también el testimonio de un sacerdote negro que actualmente es párroco en España y que dice que él fue atendido de pequeño con los recursos de Manos Unidas, y que vivió en un campo de refugiados (es un hutu de Ruanda) y que los tutsis le perdonaron la vida por ser ya sacerdote y ver cómo atendía espiritualmente a todo el mundo, pero pudo ver cómo mataban delante de él a sus hermanos hutus. Su testimonio ha sido que el dinero llega, que no hay trampas, que las cuentas son claras y transparentes y se rinden en cada asamblea.
También lo que nos ha contado de una misionera, una monja que estudió medicina para ser cirujana e irse a ayudar, y que cuando los soldados le quitaron todo el instrumental quirúrgico no abandonó la misión sino que continuó atendiendo las operaciones urgentes con un cuchillo de cocina y con hilos sacados de la ropa a modo de sutura.
En la misa previa el sacerdote ha hablado de lo que es una misión y de que todos podemos y debemos ser misioneros, y que para eso no hace falta irse a tierras lejanas, fácil excusa que a veces se da para no hacer nada. Pero mejor trataremos otro día el contenido teológico de esa sustanciosa homilía.

Inmaculado Corazón de María, ¡sed mi salvación, Madre Mía!