Cristo es la Luz. Sin Cristo, es la oscuridad.

La luz natural no sólo sirve para ver las maravillas de la naturaleza, sino que la misma luz es una maravilla. Lo mejor que nos da la luz no es el poder ver las cosas sino el no estar en la cárcel de la oscuridad. A su vez da vida a las cosas. Dice un autor francés que sin la luz las cosas son simplemente lo que son, no tienen una vida, están muertas.

No hay mayor pobreza que la del que no conoce a Cristo o del que está apartado de Él, porque vive en tinieblas, nada tiene sentido a no ser artificial como recurso para no desesperarse e ir tirando. En cambio, Jesús nos libera de la oscuridad y se nos abren los ojos como se los abrió al ciego del Evangelio. Todo cobra sentido, todo es maravilloso. Y también las cosas de la vida, que sin Dios estaban muertas, con Él tienen brillo y vida rebosante. Para una chica, una rosa no es más que una rosa, hasta que un chico del que está enamorada se la regala. Ahora la rosa tiene vida, tiene un significado, qué diferente la rosa de antes a la de ahora, siendo la misma. Todas las cosas, las estrellas, las personas, las calles, los coches, el viento, la lluvia, el arte, la tecnología, el conocimiento de las leyes naturales,... todo cobra significado con la luz de la Fe. Todo salta de la muerte a la vida, empezando por la misma vida y su propio sentido.