Evangelio de este sábado. San Lucas 21, 34-36
«Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra.
Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.»
Esto es lo que no quiere el Señor para nosotros, sus queridísimos hijos:
El libertinaje, que significa ser nuestros propios dioses, no obedecer los mandamientos amorosos de Dios y el respeto que se le debe por su dignidad y su amor de Padre bueno. Significa hacer lo que cada uno quiera y que cada cuál dicte su propia moral, sus propias leyes sobre lo que considera bueno o malo. No es así, hay una moral, hay un bien y un mal, y si queremos hacer bueno lo malo, nos engañamos, y si queremos hacer malo lo bueno, nos engañamos. La moral no es relativa sino absoluta. Dios no es cualquiera que lo quiera ser, sino sólo uno, Dios.
La embriaguez, que significa borrachera. No se refiere solamente a la embriaguez de alcohol sino de cualquier otra cosa que nos arrebate, que nos haga evadirnos de la vida lúcida y equilibrada, como es el embotamiento por los placeres. El sexo es santo, la comida es santa, las diversiones y el ocio durante los descansos son santos, pero dentro del fin para el que fueron creados y en su justa medida. El abuso y degeneración de los placeres rebaja al Hombre, lo envilece y lo animaliza. Lo asemeja a un cerdo revolcándose en el fango, arrastrado únicamente por su instinto básico animal de huída del dolor y deseo del placer. Por eso a los demonios se les representa muchas veces como cabezas de animales. Dios quiere la dignidad de la persona para cada hijo suyo, como todo buen padre.
Las preocupaciones de la vida. La persona preocupada, estresada... revela una falta de fe en Dios, de esperanza en que Dios proveerá. Hay que vivir las preocupaciones del día presente, no las del siguiente -como enseña Cristo-Dios en el Evangelio-, y siempre sabiendo que Dios proveerá lo que Él vea que es bueno para nosotros, a veces cruces amargas y otras veces momentos de solazamiento y satisfacción, entretanto llegamos al Cielo, la felicidad absoluta y eterna tras este valle de lágrimas, como rezamos en la Salve. "Omnia in bonum", todo es para bien. Hágase Tu Voluntad, Padre mío, porque Tú sabes más que yo. Como dijo nuestra Madre: "he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra".
Termina diciendo: "Estad en vela... para que podáis estar en pie frente al Hijo del Hombre". Dios nos está mirando ahora mismo, no obramos o pensamos para nosotros mismos, sino que tenemos un espectador que es Dios, que reacciona sonriendo o entristeciéndose ante cada acción buena o mala de su hijito querido, de cada uno de nosotros. El último día será maravilloso para los buenos hijos, y terrible para los malos que han traicionado a su Padre y han hecho sufrir a sus hermanos. Todavía queda tiempo hasta que nos llegue la muerte, y la Sagrada Confesión todavía está a nuestra disposición gracias a la Sangre de Cristo vertida por Amor por cada uno de nosotros en particular. Llegará el día -y suele venir antes de lo que pensamos y queremos- en que ya no sea posible rectificar, el día de nuestra muerte.
Última edición por Pumby; 27-nov.-2010 a las 08:32
Inmaculado Corazón de María, ¡sed mi salvación, Madre Mía!
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