Hablamos de corrupción y no distinguimos entre los distintos aspectos de ella.

Existe una corrupción que procede de la falta de valores morales de la persona. No encuentra satisfacción en ser honrado, en "hacer lo que debe". Piensa que lo mejor es tener mucha plata, un carro grande y que las nenas lo admiren por sus ropas o su reloj de oro. Quien está en esta tesitura, quien desea ser corrupto, sólo necesita la oportunidad para venderse.
En nuestros días, cuando tantos y tantos no leen los Evangelios ni escuchan al sacerdote (ni a sus padres cuando les dan buenos consejos), hay una gran masa de población que de las mordidas y otras corruptelas sólo les molesta que se las hagan a ellos.

Existe otra corrupción, que puede coincidir con la anterior... o no, que es la provocada por la miseria o el miedo. La persona no tiene recursos para tirar adelante con su familia o cree que no los tiene. Su sueldo de funcionario no le da ni para comer. El paro se alarga y las esperanzas se pierden. Entonces empieza a valorar que consigue una buena rebaja en la tienda de comestibles cuando permite que el tendero le toque el culo... y más aún si envía a su hija a la compra.

Y también existe una corrupción provocada por sistemas políticos o económicos que fomentan la corrupción. Alcaldes y concejales que tienen la potestad de permitir o denegar grandes proyectos de urbanización. Policías por cuyas manos pasan alijos de gran valor. Sindicatos que cobran del gobierno en lugar de hacerlo de sus afiliados. Son sistemas que necesariamente tienen que funcionar mal. Que su lógica interna es errónea y lleva a un incremento de la corrupción.