Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que de la muerte, tu vieja y fuerte amante,
engendras la esperanza, una loca encantadora!
tú que, mágicamente ablandas los viejos huesos
del borracho tardo atropellado por los caballos,
tú que, para consolar al hombre frágil que sufre,
nos enseñas a mezclar el salitre y el azufre,
tú que pones tu marca, oh cómplice sutil,
en la frente de creso despiadado y vil,
Fragmentos de Las Letanías de Satán
Mi pena es sencilla y nada misteriosa y, como tu alegría, por cualquier cosa estalla.