El Honorable Juez Relalaú alzó la vista del expedientede su último caso,ysonrió. Le había llegado ahora mismo via correo "Magister Person", su preferido. "Otra vez lo mismo",pensó.
No hacía mucho que era Juez de Faltas Menores en aquel pueblito de provincias, peroestaba convencido que si hacía bien su trabajo no tardaría en avanzar enel escalafón.
Mientras fue abogado -siempre especializado enFaltas Mensores ya que en rigor su capacidad no daba para más aunque el opinaba que sí y tenía muy alta esima de si mismo tal como le había enseñado sumamá- mientras fue abogado su tactica favorita de "amigable componedor" le había abierto el camino para quela Superior Administración de Justicia se fijara en él. Y ya como Juez, la seguía aplicando, con tal suerte que casi todos se fiaban de su equidistancia.
Como era relativamente inteligente, no muy a menudo pero sí con cierta regularidad aplicada "medidas ejemplarizadoras" a despecho de que el o los castigados pensaran que se le habíaidola mano. Esto reforzaba su equidistancia, dado que sucedía muy de tarde en tarde y era cuidadoso en cuanto a quien o quienes "ejemplarizaba".
Si por esos casuales el castigado se quejaba, protestaba, el Honorable Relalaú simplemente se iba, desaparecía, se ocupaba de otra cosa, y si el exaltado persistia en sus protestas, permitia quealguno de sus anteriores amigablemente compuestos se indiganaran con el castigado quejica: "Joder -decían en entrevistas para la radio del pueblo-, tanto lio por tan poca cosa...tantomolestar al Juez Relalaú, hombre santo...". Y s que en ralidad hasta el pueblo era poca cosa, si hasta más que crecer decrecía. Y una poca cosa dentro de un pueblito poca cosa, bien poca cosa era. No importaba si la cosa era justao nó: lo que importaba es que era poca.
Sin embargo, ni el propio Honorable Relalaú lo entendía así. De shecho sentía al pueblo como su feudo,y ya se sabe que no hay feudal que menosprecie su posesión ni a sus vasallos.
Y como forma de asentar su firmeza, cada tanto -tampoco tan seguido- ponía su cargo "a disposición". A conciencia, eso sí, de que su iniciativa sería desechada. Sabía que la Alta Magistratura tenía claro que dificilmente encontrara a álguien que se tomara los trabajos que el se tomaba para amigablementecomponer ciertas descomposturas, y que encima le quedara tiempo para pasar por el bar y experimentar nuevos cócteles conlosparroquianos a los que aqui y alla palmeaba, saludaba, sonreía. O para dejar caer opiniones definitivas sobre el vestido de las novias. O que sí le parecía excelente ue fulano fuera elnuevo presidente del club de bochas. Aunque también le parecía muymal, según expresaba a otros enla siguiente esquina. Y que sin dudas apoyaría fervientemente la campaña de recaudación de la iglesia...ma non troppo, sostenía enla última parada antes dellegar a su casa. Y así cada día,o comomucho cada dos días
"Vamos bien, vamos bien",pensó el Honorable Relalaú mirando el techo de su despacho. "Pero no vaya a ser cosa que esto se me escape. Enbreve tendré que ejemplificar a alguno. No quieropensarque vayan a pensar que puedo ser intrascendente o parcial". Sed rió bajito, nuevamente. "Bueno... en realaidad no quiero pensar que vayan a pensar..."
Su estridente carcajada inquietó al ahora fiel secretario (en los inicios de su getión no fue tan fiel, no..."y algún día...."), quien se asomó por la puerta del despacho con cara de guardaespaldas que comienza a mosquearse.
- Vuecencia...? - preguntó
El Honorale recompuso a duras penas su honorable invistidura:
- No pasa nada, no pasa nada....me río solo nomás... andá nomas, andá...
A solas otra vez, enarcó las cejas. Se le acababa de ocurrir..
Pero bajó la vista hacia el expediente, se dijo que tenía que ocuparse del caso que tenía delante..."ya veremos...si, sí..."
"Otra vez lo mismo"