Pues esto de las vacaciones es bueno, creo que no me costaría demasiado acostumbrarme a vivir toda la vida así pero… Como dice una amiga mía, he de vender tiempo, aunque sospecho que a mi me rinde mas que a ella.

Uno de los entretenimientos preferidos de mi mujer es ir de compras, hace unos añitos una revista de consumo publicaba que el tiempo máximo de concentración de un hombre a la hora de hacer las compras era de 17 minutos, trascurridos estos, la mente de los señores se va a otros lugares, supongo que esos lugares tendrán que ver con los cuerpos femeninos que rodean su entorno, o los aparatos electrónicos que emiten imágenes y sonidos, no se, en cualquier caso yo procuro disimular.

Una de las cosas que me ha sorprendido desarrollando esta social actividad, o actividad de pareja, ha sido el comprobar la buena voluntad de los comercios y su disposición por hacerte amigo o socio de su “club”, por llamarlo de alguna manera. Lo mejor de todo es que es totalmente gratuito y, al parecer, la posibilidad de beneficiarse de ello es bastante grande. A mi lo cierto es que no termina de convencerme, me viene a la mente las palabras de mi padre, que decía que en este mundo nadie da nada por nada, y aunque yo nunca he hecho demasiado caso a mi padre, no se, pero… ahí están sus palabras, ¿no?

Pero el asunto, lo que realmente me ha disgustado, es el pasotismo de una dependienta. Precisamente de uno de esos comercios que te ofrecen la posibilidad de ser amigo, o socio, o que se yo… El comercio en cuestión pertenece a la firma Roberto Verino y, en el, se podían adquirir las baratijas del afamado señor. La cuestión es que adquirimos uno de sus novedosos y exclusivos diseños, con la idea de ofrecerlo como regalo, así se lo comunicamos a la dependienta y esta después de rogar a su compañera (supongo que seria la encargada o mandamás) que le diera una de esas cajitas tan bonitas para regalo, tuvo que conformarse con introducir el obsequio dentro de una bolsa de tela, eso si, con el nombre del afamado diseñador. Pues bueno, no se si seria por las pintas de guiri que llevaba, o porque no le gustaron mis gafas de sol, el caso es que no nos envolvieron el regalo.

Pues no, no me apetece ser amigo de Roberto oye…