
Iniciado por
Manugar
Todo lo que en nuestra tierra ha existido, existe y existirá, basa esa existencia en una composición a la que hemos llamado “química”. Y así cómo se ha implantado en la conciencia colectiva la idea publicitaria de que “La energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma” en realidad quienes no se destruyen son los átomos fundamentales que con sus electrones andan combinándose o separándose para formar, como en un inmenso juego de Lego, construcciones cada vez más complejas.
Desde la sustancia más simple hasta llegar a nosotros, todo se puede examinar microscópicamente hasta desgranar los átomos que nos conforman. Visto así, entonces la muerte no es más que una nueva reorganización de nuestra materia interior, que pasa a integrarse de nuevo en la materia total del universo. Muertos dejamos de existir como entes individuales y pasamos a ser de nuevo polvo común si nos entierran, o humo si nos queman. En definitiva, moléculas y átomos químicos.
Solo el recuerdo que de nuestra existencia conserven quienes nos sobrevivan, mantendrá por un tiempo efímero, vivo en ellos eso que hemos dado en llamar “nuestra alma”.
Históricamente el recuerdo de algunas personas se ha conservado en escritos. Platón o Séneca perviven 2.500 años después gracias a la escritura. Pero además también se da el caso de los “poderosos”. Individuos que fueron capaces de someter por la fuerza o engañar por distintos métodos a sus contemporáneos, obligándoles a crear construcciones o apologías en su honor. Esos recuerdos duran más en la memoria colectiva, pero también se van difuminando. Quedando muchos de ellos en meras fechas históricas de las que solamente conocen sus detalles los eruditos.
Es lamentable que eso suceda con grandes personas que hicieron el bien entre sus congéneres, pero a la vez consuela saber que los malvados, los tiranos, asesinos o generales de renombre, no están “flotando” en ningún paraíso celestial, gozando del compadreo con ningún dios.
En los últimos tiempos las grabaciones de imágenes, audio o video, permiten dejar a la posteridad una reseña más fidedigna, aunque breve de nuestro ser.
Pero hoy por hoy, la muerte nos llega a todos. Quién sabe si mañana la tecnología permita volcar el raciocinio de quienes puedan pagarlo en una máquina. Y si en ese paso no se perderá “nuestra alma” para pasar a ser el alma de ese mecanismo.
Yo que estoy más cerca del final con mis 65 años a cuestas, cada vez tengo más claro el engaño de las religiones. Soy humilde aceptando que la vida se acaba y no hay ni paraísos, ni infiernos. Ni Yanna, ni Yahannam. Lo terrible es que se use esas ideas para que los que tienen mentalidad débil se resignen y aguanten las penurias impuestas por quienes se benefician de ello, sin revelarse. O para empujar a otros a hacer atrocidades que con un mínimo de reflexión y empatía nadie querría cometer.
Al final solo las buenas obras, la bondad y el cariño impreso por cada persona en sus congéneres es una forma “gloria”. De piel para dentro creo que aun consciente de que llegar a la muerte con dolor no es un trance apetecible, asumo que una vez llegado el momento aquello es simplemente como una vela que se apaga.