Como es lógico, surgen ciertas preguntas. ¿De dónde vinieron todas estas religiones? Puesto que entre ellas hay claras diferencias y obvias similitudes, ¿empezaron independientemente, o pudieran haberse desarrollado de una sola fuente?
Bien pudiéramos preguntar: ¿Qué razón pudo haber para que comenzara la religión? ¿Y cómo empezó?
Por siglos la gente aceptaba a grado mayor o menor la tradición religiosa en cuyo seno había nacido y se había criado. La mayoría de las personas estaban satisfechas con las explicaciones que les pasaban sus antepasados y creían que su religión era la verdad. Rara vez había razón para cuestionar nada, ni necesidad de investigar cómo, cuándo ni por qué empezó lo que conocían. De hecho, porque los medios de transportación y comunicación eran limitados, pocas personas siquiera sabían que había otros sistemas religiosos.

No obstante, durante el siglo XIX ese cuadro empezó a cambiar. La teoría de la evolución cundió por los círculos intelectuales. Eso, junto con el advenimiento de la investigación científica, hizo que muchos pusieran en tela de juicio los sistemas establecidos, y en eso estuvo incluida la religión. Porque reconocieron que sería limitado lo que podrían descubrir dentro de la religión existente, algunos eruditos estudiaron los restos de civilizaciones del pasado remoto o investigaron lugares distantes del mundo donde la gente aún vivía en sociedades primitivas. Trataron de aplicar a estas sociedades los métodos de la sicología, la sociología, la antropología, y así por el estilo, con la esperanza de hallar alguna clave en cuanto a cómo había empezado la religión y por qué.