VIII. Por tanto, mantengámonos sin cesar firmes en nuestra esperanza y en las arras de nuestra justicia, que es Jesucristo, el cual tomó nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero, y no pecó, ni fue hallado engaño en su boca, sino que por amor a nosotros sufrió todas las cosas, para que pudiéramos vivir en Él. Por tanto seamos imitadores de su resistencia en los sufrimientos; y si sufrimos por amor a su nombre, glorifiquémosle. Porque Él nos dio este ejemplo en su propia persona, y nosotros lo hemos creído.


IX.
Por tanto, os exhorto a todos a ser obedientes a la palabra de justicia y a soportarlo todo, según visteis con vuestros propios ojos en los bienaventurados Ignacio, Zósimo y Rufo, sí, y en los otros también que han venido a vosotros, así como en el mismo Pablo y en el resto de los apóstoles; estando persuadidos de que todos éstos no corrieron en vano, sino en fe y justicia, y que están en su lugar debido en la presencia del Señor, con el cual han sufrido también. Porque no amaron al mundo presente, sino a Aquel que murió por amor a nosotros y fue resucitado por Dios para nosotros.



X.
Estad firmes, pues, en estas cosas y seguid el ejemplo del Señor, manteniéndoos firmes en la fe e inconmovibles, amad la fraternidad, y tened afecto los unos a los otros, adheridos a la verdad, previniéndoos los unos a los otros en la mansedumbre del Señor, sin despreciar a nadie. Cuando podáis hacer bien, no lo demoréis, porque la compasión libra de la muerte. Estad sometidos los unos a los otros, y que vuestros tratos con los gentiles sean intachables, para que de vuestras buenas obras podáis recibir alabanza y a la vez que el Señor no sea blasfemado en vosotros. Porque ¡ay de aquel a causa del cual es blasfemado el nombre del Señor! Por tanto, enseñad sobriedad a todos los hombres, y andad vosotros en ella.



XI.
Sentí gran pena a causa de Valens, el cual en otro tiempo era presbítero entre vosotros, a causa de su ignorancia respecto al cargo que le fue conferido. Os advierto, pues, que os abstengáis de la codicia y que seáis puros y fieles. Absteneos de todo mal. Pero el que no puede gobernarse en estas cosas, ¿cómo puede hacerlas cumplir a otros? Si un hombre no se abstiene de la codicia será corrompido por la idolatría y será juzgado como uno de los gentiles que no conocen el juicio del Señor. ¡Cómo! ¿No sabéis que los santos juzgarán al mundo, según enseña Pablo? Pero no he hallado cosa semejante en vosotros, ni la he oído, entre aquellos con quienes trabajó el bienaventurado Pablo, que fuisteis sus cartas al principio (alabados al principio de su carta). Porque él se gloriaba de vosotros en todas las iglesias que eran las únicas que en aquel tiempo conocían a Dios; porque nosotros no le conocíamos todavía. Por tanto, tengo muchísima pena a causa de él y de su esposa, a los cuales el Señor quiera conceder verdadero arrepentimiento. Por lo tanto, sed vosotros también sobrios, y no los tengáis como enemigos, sino restauradles como miembros débiles y descarriados, para que pueda ser salvo todo el cuerpo de vosotros. Porque al hacerlo os edificáis los unos a los otros.



XII. Porque estoy persuadido de que estáis bien versados en los escritos santos, y nada está escondido de vosotros. Pero a mí esto no me ha sido concedido. Sólo que, según dicen estas escrituras: Enojaos y no pequéis, y Que el sol no se ponga sobre vuestro enojo. Bienaventurado es el que recuerda esto; y confío que es así con vosotros. Ahora bien, que el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, y el mismo Sumo Sacerdote eterno, el [Hijo] de Dios Jesucristo, os edifique en fe y en verdad, y en toda mansedumbre y a evitar todo enojo, y en resistencia, y en longanimidad, y en soportar con paciencia y en pureza; y que Él os conceda la suerte y parte de sus santos, y a nosotros con vosotros, y todos los que están bajo el cielo, que creerán en nuestro Señor y Dios Jesucristo y en su Padre que lo levantó de los muertos. Orad en favor de todos los santos. Orad también por los reyes y potentados y príncipes, y por los que os persiguen y aborrecen, y por los enemigos de la cruz, que vuestro fruto pueda ser manifiesto entre todos los hombres, para que podáis ser perfeccionados en Él.



XIII. Me escribisteis, y también Ignacio, pidiéndome que si alguno fuera a Siria llevara consigo las cartas vuestras. Y esto es lo que haré si tengo una buena oportunidad, sea yo mismo o aquel a quien enviaré como embajador en vuestro nombre también. Las cartas de Ignacio que él me envió, y tantas otras cartas como hay en posesión nuestra, os las enviamos, según nos encargasteis; y van incluidas con esta carta; de ellas vais a recibir gran beneficio. Porque hay en ellas fe y resistencia y toda clase de edificación, que pertenece a nuestro Señor. Además, respecto al mismo Ignacio y a los que estaban con él, si es que tenéis noticias fidedignas, dádnoslas a conocer.



XIV. Os escribo estas cosas por medio de Crescens, a quien os encomendé recientemente y ahora os encomiendo: porque ha andado de modo intachable entre nosotros; y creemos que también ha hecho lo mismo con respecto a vosotros. Pasadlo bien en el Señor Jesucristo en gracia, vosotros y todos los vuestros. Amén.