Pocos libros encontraremos que sean más tendenciosos que los cuatro evangelios.

Al tiempo que ensalzan a Jesús de Nazaret, asignándole infinidad de curaciones, exorcismos y milagros, son inmisericordes con su pueblo, intentando dañarle (cosa que consiguieron), hasta conseguir que fuera el pueblo más odiado y perseguido de la historia conocida.

Durante la vida pública de Jesús, los malos eran la clase dirigente y religiosa. Eran la personificación de la maldad en las más altas cuotas imaginables.

Esa maldad no habría sido efectiva, si el pueblo de Israel hubiera sido un pueblo normal. El pueblo de Israel había sido testigo directo, y beneficiario casi único de las bondades de Jesús.

Los pueblos, al igual que las personas, pueden llegar a ser desagradecidos. Y quizás el pueblo de Israel pudo llegar a ser desagradecido, pero no hijo de puta, como quieren hacer que creamos los evangelios.

“Suelta a Barrabás” y “Que su sangre caiga sobre nosotros” son expresiones inventadas, con fines bastantes claros para montar una historia “divina”. La historia que les convenía.

O los milagros de Jesús son pura invención, o la actitud del pueblo de Israel es pura invención. Algo es pura invención.

Las dos cosas no pueden ser ciertas.