Los evangelios tratan por todos los medios de despolitizar a Jesús, haciéndonos creer que fue condenado por motivos religiosos en lugar de políticos.
Para ello nos describen un Sanedrín, ancianos y sacerdotes, que no hay por dónde cogerlos de maldad. Y al prefecto romano, que fue el que le condenó, como una buena persona (un tanto blandengue, eso sí). Es lo lógico, si queremos camuflar que fue condenado por sedición.
Pilato ordenó poner en una tablilla fijada a la cruz el motivo de la condena, “INRI”. Se dice que la puso por odio a los judíos.
El evangelista Juan, posiblemente sin pretenderlo, nos describe en dos versículos el motivo de la condena de Jesús.
“Al día siguiente, mucha gente que había venido a la fiesta, al oír que Jesús venia a Jerusalén, 13 tomaron ramas de palmeras
y salieron a recibirle, y clamaban: !Hosanna! !Bendito el que
viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!”
(Juan 12:12-13).
Resulta evidente que los romanos no iban a quedarse cruzados de brazos, ante un predicador que era aclamado por el pueblo como “el Rey de Israel”; siendo Judea una provincia del Imperio romano.
Podemos decir que a Jesús le condenó el pueblo dos veces: Una, cuando le aclamó como Rey; y la otra, cuando dijeron que soltara a Barrabás.
La Verdad nos hará libres.