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KIMO
El pacto anterior, el de la Ley, primero tenía que ser quitado del camino como pacto
cuyo propósito se había cumplido. (Gálatas 3:19, 24, 25.)
Jesús dijo:
“No piensen que vine a destruir la Ley o los Profetas. No vine a destruir, sino a cumplir” (Mateo 5:17)
Jesus nos dice por medio de apóstol Pablo:
“[Dios] bondadosamente nos perdonó todas nuestras ofensas
y borró el documento manuscrito contra nosotros,
que consistía en decretos y que estaba en oposición a nosotros;
y Él lo ha quitado del camino clavándolo al madero de tormento”. (Colosenses 2:13, 14.)
Jesus guardaba el sábado, como todo Judio
pero después que Jesús sello el nuevo pacto con au sangre los cristianos
no estan obligados a obedecer la observancia del sábado que requería la ley
“cuando llegó el límite cabal del tiempo,
Dios envió a su Hijo, que vino a ser procedente de una mujer
y que llegó a estar bajo ley” (Gálatas 4:4)
Dado que Cristo cumplió la Ley, ¿están obligados los cristianos a guardar un día de descanso semanal?
Jesus nos dice por medio del apóstol Pablo:
“Que nadie los juzgue en el comer y beber, o respecto de una fiesta,
o de una observancia de la luna nueva, o de un sábado; porque
esas cosas son una sombra de las cosas por venir,
pero la realidad pertenece al Cristo” (Colosenses 2:16, 17).
Lo del ojo por ojo
hoy no estamos bajo esa ley, los cristianos
Pero revisemos mas sobre ojo por ojo
La ley del “ojo por ojo” formaba parte de las leyes que Dios dio a los israelitas mediante Moisés.
Además, Jesús la mencionó en el Sermón del Monte (Mateo 5:38; Éxodo 21:24, 25; Deuteronomio 19:21).
Según esta ley, el castigo que se imponía a un malhechor tenía que ser proporcional al mal que había cometido
Esta ley se aplicaba a quienes hacían daño a propósito a otras personas.
En esos casos, la Ley mosaica decía:
“Fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente;
la misma clase de defecto que le cause al hombre,
eso es lo que se le debe causar a él” (Levítico 24:20).
La ley del “ojo por ojo” no daba permiso para vengarse.
Más bien, ayudaba a los jueces nombrados a imponer castigos apropiados,
ni demasiado severos ni demasiado blandos.
Esta ley también servía como medida disuasoria para los que hicieran daño a otros
de manera intencionada o estuvieran pensando en hacerlo.
Como la Ley misma explicaba, quienes vieran cómo se ponía en práctica la justicia de Dios
tendrían miedo y nunca volverían a “hacer ninguna cosa mala como esta” (Deuteronomio 19:20).