Todos los mandatos que hay en las Escrituras que faltan a la misericordia y que son contrarios a los mandamientos del Evangelio no son mandamientos dados por Dios sino preceptos de hombres, por eso Jesucristo los abolió, pues Él no había venido a abolir la verdadera Ley de Dios, sino que nos enseñó los mandamientos que realmente fueron dados por Dios.