Por los evangelios resulta evidente que Jesús creía que la llegada del Reino de Dios era inminente. Tanto es así, que también sus discípulos pensaban lo mismo. Sus escritos así lo manifiestan.
Pero el tiempo pasaba, y el esperado final no llegaba. Y comenzaron a surgir las dudas.
Pero todo tiene solución: Se recurre a un salmo y “donde dije digo, digo Diego”.
Comprobemos esto en Pedro; epístolas 1 y 2:
Primera epístola:
“Ya se acerca el fin de todas las cosas. Así que, para orar bien, manténganse sobrios y con la mente despejada”.
1 Pedro 4:7 | NVI
Segunda epístola:
“y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su venida? Porque desde que los padres durmieron, todo continúa tal como estaba desde el principio de la creación”.
2 Pedro 3:4
“Pero no olviden, queridos hermanos, que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”.
2 Pedro 3:8 | NVI
…Y el salmo no dice exactamente eso.
La Verdad nos hará libres.