Un día que Pantera Negra caminaba por la calle, quitado de la pena e inmerso en su rutina del diario vivir; vio venir al frente a una madre con su hija.

La hija tendría unos 17 años o así, esbelta, erguida, joven y linda. Miró con curiosidad a Pantera Negra, solo de pasada, y no pareció interesarle el tipo. Quizá sueña con alguien mucho mejor, un príncipe azul.

La madre, un poco avejentada caminaba a su lado, atenta a lo que platicaban. A Pantera Negra ni lo miró, sino quizá solo de reojo para asegurarse que no representara peligro alguno.

En tanto a Pantera Negra le nació una reflexión.

Y la reflexión es mas o menos la siguiente. Que la vida rehace una y otra vez el ciclo; las mujeres nacen, crecen, se van poniendo bellas y fértiles, tal como las flores. Ajenas a la experiencia de otras mujeres de antes, o quizá solo con unas pocas de sus enseñanzas elementales de seguridad.

A su vez, buscan lozanía y belleza (varonil, principalmente por supuesto), como las abejas buscan la miel, los colores, los aromas. Hombres y mujeres repiten el ciclo fértil e inexperto, necesariamente inexperto para asegurar la eterna reproducción.

Las mujeres que han padecido decepción, violencia, acoso, hostigamiento, agresión, rechazo, abuso, y mil etcéteras más; no dejan experiencia en las mujeres nuevas. La inocencia vuelve a nacer inexperta, al lado de las mujeres nuevas. Y eso garantiza que el ciclo reproductivo no se detenga. Lo cual es una pequeña gran trampa de la naturaleza; pues si por experiencia pura fuese, quizá las mujeres decidirían no experimentar mas de lo mismo de siempre.

Lo mismo aplica para los hombres. Sólo que con actividades, obligaciones y menesteres diferentes y "propios" de su género.

Esa madre que caminaba al lado de su hija representaban esa misma gran comedia eterna. Bien podrían haber tenido este diálogo:

- Madre, me siento felíz y pura; bella y plena. Deséo encontrar el hombre ideal, que me guste y que colme mis pretensiones de todo tipo.

- Entiendo, hija. Mas debes tener cuidado, el hombre suele mentir, y aparentar ser lo que no es en realidad; con tal de obtener de ti solo la simple complacencia de sus necesidades personales, particulares.

- Exageras madre. Ves monstruos donde solo hay humanos simples.

- Eres demasiado confiada y cándida, hija. Ves solo la parte bella de las cosas que, por naturaleza, tienen dos caras y una de ellas es perversa. Debes aprender a mirar ambas caras, para que hagas mejor tu elección.

Pero no, el diálogo de la madre y la hija era otro muy distinto. La naturaleza, a su manera, logra que ese tipo de diálogo no pueda existir; se las ingenia para que ambas escalen la torre de babel, y su lenguaje aunque claro, les resulte a una y otra incomprensible.

Pantera negra las miró pasar, y se prometió tratar de capturar en letras lo que miró en ellas. No sin antes aspirar el perfume de la lozanía de la niña, y de congratularse con la experiencia de la madre. Pues aspirar y entender; es eso también parte de la vida.