Un joven rabino era un entusiasta jugador de golf.
Incluso durante el Yom Kippur, el día más sagrado del año,
se escabulló un rato para irse a probar suerte con un
campo de nueve hoyos.
En el último hoyo, no colocó bien la pelota antes de
lanzar y una ráfaga de viento la arrastró hasta el hoyo y
consiguió un hoyo en uno.
Un ángel que estaba contemplando el milagro se
lamentó ante Dios.
—El tío está jugando al golf en Yom Kippur y tú le
regalas un hoyo en uno. ¿Eso es un castigo?
—Desde luego que lo es —dijo el Señor, sonriendo—.
¿No ves que no se lo puede contar a nadie?