Iniciado por
Manugar
Me tapó los ojos con sus manos suaves y me preguntó: -"¿De qué color son mis ojos?"-
Cómo podía saberlo si nunca había tenido la valentía de estar de frente mirándolos.
Aquella era la primera vez que salía con una chica y si no fuera por la vergüenza, habría caído al suelo presa del síndrome de Stendhal. Mi primera cita. El primer beso.
Su pregunta fue la excusa perfecta para acercar nuestras caras y durante minutos mirarnos fijamente.
Sus cejas, sus pestañas, sus pupilas, eran preciosas. Pero sus iris me invitaron a zambullirme en el mar más profundo. Con la inconsciencia de quien desconoce lo que va a encontrar. Con el ímpetu de quien lo da todo por alcanzar su sueño. Mi primer amor. ¡Cuánta felicidad viví entonces!.
Hoy he dicho en voz alta: -"¡Miel, de color miel!"-
Del mismo dorado que la mies a punto de ser segada. De la misma profundidad que el atardecer del Sol de verano, justo antes de recortarse en el horizonte.
Sus ojos me parecían tan dulces, que aún hoy al recordarlos siento dulzor en los labios.