Reconozco que la Biblia es un libro que tiene una singularidad, que no se dan en otros libros, y que Eli ayer lo confirmó: “La mirada cambia la escena”. Eso es cierto.

De un mismo pasaje, se pueden extraer lecturas muy diversas, dependiendo de la persona que lo lea.

El libro de Job es un poema; un canto a la fe y a la paciencia. Aparentemente así es.
Pero yo, en este libro, observo la tentación y la “caída” de Dios.

Los libros hay que leerlos con la mente limpia; sin prejuicios. Y con valentía.
Job es el objeto de una apuesta entre Dios y Satanás. Y la triste verdad es que, aunque parezca que el vencedor de esa apuesta fue Dios, en realidad fue Satanás. Hizo que Dios cayera en su tentación.
Aquí está la prueba:

“Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa?” (Job 2:3)