Las hormigas, todas ellas vírgenes y castas, vivían tranquilas en su
convento dirigidas por la, no tan virgen, Madre Superiora, madre en
propiedad, ya que todas aquellas hormigas vírgenes eclosionaron de sus
huevos infértiles.
La Madre Superiora las amaba, organizaba sus vidas, las protegía de
todo mal.
Ellas trabajaban arduamente recolectando semillas, granitos de azúcar y
todo lo comestible para rellenar la alacena, y de esta manera, abastecerse
para el invierno.
El bosque donde se ubicaba el convento era soleado y tibio desde la
primavera hasta el otoño, pero el inverno, frío e inhóspito.
Y, mientras trabajaban, controladas por la severa mirada de la madre
superiora, la Cigarra cantaba canciones de amor.
"Ay madre, decían las hormiguitas, tanto que trabajamos. Dénos un
descanso para disfrutar de las canciones de la Cigarra".
"De ninguna manera. Esa cigarra es una vividora, perezosa. En el
invierno ustedes podrán disfrutar del descanso, recluidas en el convento.
Tendremos semillas, granitos de azúcar y todo lo comestible en nuestra
alacena, mientras la Cigarra, ya lo verán, se retorcerá de hambre. Nos
rogará por semillas, granitos de azúcar o algo comestible. Ahí ustedes
comprenderán qué es la recompensa del trabajo, y qué el castigo a la
pereza. "
"Ay Madre, pero solamente un momentito".
"No miren a la Cigarra. Sigan trabajando pacientemente. Esa es vuestra
tarea que será recompensada con creces cuando llegue el invierno. Ya lo
verán"
"Y tú, Cigarra perezosa, aléjate de mis novicias. No les llenes la cabeza
con pensamientos pecaminosos. "
"Madre, responde la Cigarra, relájese. La vida no es tan severa. "
"Ya lo verás, Cigarra perezosa, espera el invierno. Rogarás por una
semilla, añorarás un granito de azúcar, pero te lo negaré, desearás algo
comestible de nuestra alacena, nada recibirás. Morirás de frío y hambre
en castigo por tu pereza. Ya lo verás, vete, vete ya".
Pero la Cigarra cantaba y cantaba, acompañada por su guitarra,
canciones de amor.
Llegado el invierno las hermanas hormigas se retiran a su convento y
trancan la puerta con una gruesa y resistente aldaba.
En la noche del solsticio de invierno, exactamente a la media noche, se
escuchan golpes en la puerta del convento.
Es la época cuando los intensos fríos del invierno, la nieve y los vientos
gélidos comienzan a sentirse con furia.
Hay luna llena, pero la niebla no permite vislumbrar nada. Se escuchan
en la lejanía los lamentos de los lobos.
Solamente emana algo de brillo por entre las rendijas de la puerta
celosamente trabada.
"Madre, Madre, la Cigarra. La Cigarra está golpeando la puerta.
Abrimos la aldaba, Madre?"
"De ninguna manera, responde la Madre Superiora, dejadme que yo
hablaré con ella"
Abre la mirilla de la puerta y le dice:
"Ves, Cigarra, te lo advertí. Ninguna semilla, ni un granito de azúcar ni
nada comestible de nuestra alacena recibirás.
Ahora comprenderás cómo Dios castiga la pereza. Te retorcerás de
hambre y frío. Y, si logras pasar este invierno será escarmiento suficiente
para que endereces tu camino, y para que aprendas que no debes tentar
la virtud de mis hijas"
"Relajaos Madre, le dice, no vengo a pedir nada.
Yo soy feliz en mi pobreza.
Solamente me vengo a despedir.
Este año pasaré el invierno en París. "