Muy digna de nota fue la notable exactitud con la cual aquel libro señaló al fin de los Tiempos de los Gentiles, “los tiempos señalados de las naciones.” (Luc. 21:24) Mostró (en las páginas 83 y 189) que este período de 2.520 años, durante el cual las naciones gentiles o no judías gobernarían la Tierra sin la interferencia de un reino de Dios, comenzó con el derribo babilónico del reino de Judá a fines del siglo séptimo a. de la E.C. y terminaría en 1914 E.C. Aun antes de esto, sin embargo, C. T. Russell escribió un artículo intitulado “Tiempos de los Gentiles: ¿Cuándo terminan?” Fue publicado en el Bible Examiner (El escrutador de la Biblia) de octubre de 1876, y allí Russell dijo: “Los siete tiempos terminarán en 1914 A.C.” Correctamente había enlazado los Tiempos de los Gentiles con los “siete tiempos” que se mencionan en el libro de Daniel. (Dan. 4:16, 23, 25, 32) Según se había calculado, 1914 sí marcó el fin de esos tiempos y el nacimiento del reino de Dios en el cielo con Cristo Jesús como rey. ¡Imagínese! Jehová otorgó a su pueblo ese conocimiento casi cuatro décadas antes de vencerse aquellos tiempos.
Todo marchó bien por algún tiempo. Entonces vino la primavera del 1878. Barbour esperaba que los santos vivos en la Tierra serían entonces arrebatados corporalmente para estar con el Señor en el cielo para siempre. Pero esto no sucedió. Según Russell, Barbour “pareció pensar que necesariamente debería producir algo nuevo para distraer la atención del hecho de que los santos que vivían no habían sido arrebatados en masa.” Pronto hizo esto. “Para penosa sorpresa nuestra,” dice el relato de Russell, “el señor Barbour escribió poco después para The Herald un artículo en que negaba la doctrina de la expiación... en que negaba que la muerte de Cristo fuera el precio redentor para Adán y su raza, diciendo que la muerte de Cristo no tenía más mérito como pago por la pena incurrida por los pecados del hombre de lo que el pasar un alfiler a través del cuerpo de una mosca causándole sufrimiento y muerte podía ser considerado por un padre terrestre como pago justo por la mala conducta de su hijo.”
En el número de septiembre del Herald apareció el artículo de Russell “La expiación,” apoyando el rescate y contradiciendo el error de Barbour. Hasta diciembre de 1878 continuó la controversia en las páginas de aquella publicación. “Llegué a entender,” escribió Russell, “que el Señor ya no quería que ayudara monetariamente o que estuviera identificado con cualquier cosa que arrojara una influencia en oposición al principio fundamental de nuestra santa religión.” Por lo tanto, ¿qué hizo C. T. Russell? Él continúa así: “Por lo tanto, después de un esfuerzo cuidadoso, aunque infructuoso, por corregir el error, me separé completamente de The Herald of the Morning, y de todo compañerismo posterior con el señor Barbour.” Pero esto no era suficiente para mostrar su “lealtad continua hacia nuestro Señor y Redentor.” Por lo tanto, hizo más que aquello. Escribe Russell: “Por eso entendí que era la voluntad del Señor que yo empezara otra revista, en la cual se sostuviera en alto el estandarte de la Cruz, se defendiera la doctrina del Rescate, y se proclamaran las Buenas Nuevas de gran Gozo tan extensamente como fuera posible.”
C. T. Russell consideró que el Señor lo guiaba a dejar de viajar y a empezar a publicar una revista. Así, en julio de 1879 salió el primer número de Zion’s Watch Tower and Herald of Christ’s Presence (La Torre del Vigía de Sión y Heraldo de la Presencia de Cristo). Esta revista, conocida ahora mundialmente como La Atalaya, siempre ha sostenido la doctrina bíblica del rescate. Según escribió Russell una vez: “Desde el principio ésta ha sido una defensora especial del Rescate; y, por la gracia de Dios, esperamos que lo siga siendo hasta el fin.”
El principio de esta publicación fue un “día de cosas pequeñas,” pues su primer número consistió en solo unos 6.000 ejemplares. (Zac. 4:10) C. T. Russell, presidente de la clase bíblica de Pittsburgo, era el director y publicador. Otros cinco estudiantes maduros de la Biblia sirvieron originalmente de contribuyentes regulares a sus columnas. La revista fue dedicada a Jehová y a los intereses del reino de Dios. Se colocaba la confianza en Dios, como se indica, por ejemplo, cuando se dijo en el segundo número: “‘Zion’s Watch Tower’ tiene, según creemos, a JEHOVÁ como su apoyador, y mientras éste sea el caso nunca mendigará ni hará petición a los hombres por apoyo. Cuando Aquel que dice: ‘Todo el oro y la plata de las montañas son míos,’ deje de proveer los fondos necesarios, entonces entenderemos que habrá llegado el tiempo de suspender la publicación.” Nunca ha sido suspendida la publicación. En vez de eso, la impresión ha aumentado a un promedio de más de 8.500.000 ejemplares de cada número para fines de 1974.
La resolución firme de defender y declarar la verdad bíblica había resultado en la bendición divina para aquellos estudiantes de la Biblia de los años setenta del siglo pasado. A pesar de que había crecido mucha “hierba mala” religiosa en el campo mundial, Dios había entrado en acción para identificar el “trigo” o los verdaderos cristianos. (Mat. 13:25, 37-39) Innegablemente Jehová estaba llamando a las personas “de la oscuridad a su luz maravillosa.” (1 Ped. 2:9) En 1879 y 1880 C. T. Russell y sus asociados fundaron unas treinta congregaciones en Pensilvania, Nueva Jersey, Nueva York, Massachusetts, Delaware, Ohio y Michigan. Russell mismo hizo arreglos para hacer visitas personales a cada congregación. Según su programa tenía una o varias reuniones bíblicas con cada grupo.
Aquellas primeras congregaciones fueron llamadas “ecclesias” (del griego ekklesía, que significa “congregación”) y a veces se les llamó “clases.” Todos los miembros de las congregaciones votaban como congregación sobre ciertos asuntos y también elegían una junta de ancianos, que tenían la responsabilidad de dirigir los asuntos de las congregaciones. Las ecclesias estaban vinculadas entre sí por aceptar el modelo o patrón de actividad de la congregación de Pittsburgo, donde C. T. Russell y otros escritores de la Watch Tower eran ancianos.
Jesucristo ‘predicó liberación a cautivos aprisionados.’ (Luc. 4:16-21; Isa. 61:1, 2) Para que personas de corazón honrado del siglo diecinueve obtuvieran la libertad que Dios da, era necesario que se denunciara el error religioso. Zion’s Watch Tower cumplía con ese propósito. Sin embargo, hubo otra cosa que ayudó a satisfacer esa necesidad... los “Tratados para Estudiantes de la Biblia” (también llamados “Antigua teología trimestral”), escritos en 1880 y después por Russell y sus colegas. Estos tratados se suministraban gratis para que los lectores de la Watch Tower los distribuyeran.
C. T. Russell y sus asociados creían que estaban en el tiempo de la siega, y ellos eran pocos... solo unos cien en 1881. Pero la gente necesitaba verdad libertadora, y por la bondad inmerecida de Dios la iban a recibir. “Se solicitan 1.000 predicadores” fue el título notable de un artículo de la Zion’s Watch Tower de abril de 1881. A los que podían dar la mitad de su tiempo o más exclusivamente a la obra del Señor, se les sugirió: “Salir a las ciudades grandes o pequeñas, según su habilidad, como Repartidores o Evangelizadores, buscando en todo lugar a los cristianos sinceros, muchos de los cuales tendrán un celo por Dios, pero no según conocimiento; a éstos tratar de manifestar las riquezas de la gracia de Nuestro Padre, y las hermosuras de Su palabra, dándoles tratados.” Entre otras cosas, estos repartidores (llamados en inglés colporteurs, predecesores de los publicadores precursores de hoy) habían de obtener suscripciones a la Watch Tower. Por supuesto, no todos los lectores de la Watch Tower podían ser predicadores de tiempo cabal, o que dedicaran todo su tiempo a la obra. Sin embargo, no se dejaba fuera a los que no pudieran dedicar todo su tiempo, porque se les dijo: “Si usted tiene media hora, o una hora, o dos, o tres, usted puede usarlas y esto será aceptable al Señor de la siega. ¿Quién puede prever las bendiciones que quizás fluyan de una hora de servicio bajo la dirección de Dios?”
Los deseados mil predicadores no respondieron entonces a la llamada a acción. (Durante 1885 hubo unos 300 repartidores.) Pero los siervos de Jehová sabían que debían predicar las buenas nuevas. Apropiadamente, Zion’s Watch Tower de julio y agosto de 1881 declaró: “¿Está usted predicando? Creemos que ninguno será de la manada pequeña aparte de los predicadores. . . . Sí, a todos se nos llamó para sufrir con él y para proclamar esas buenas nuevas ahora, para que al tiempo debido seamos glorificados y llevemos a cabo las cosas que ahora se predican. No se nos llamó, ni ungió para recibir honra y para acumular riquezas, sino para gastar y ser gastados, y para predicar las buenas nuevas.”