Afirmar tal cosa sí es -cómo mínimo- de simples, de insensatos, como lo sería afirmar: quien no es ateo o agnóstico ama el camino del mal.
Haberlos 'haylos' que sueltan disparates y lo que es aún peor: están convencidos que no lo son. He aquí una flagrante prueba.
Que tú creas en un ser sobrenatural del que no hay prueba irrefutable alguna de su existencia real fuera de tu imaginación, a santo de qué, tiene que ser creído por todos, acusando de malvados a los no creyentes porque te sale de tu...... ¡fanática creencia religiosa! (por decirlo suavemente).
Cuando el recalcitrante fanatismo religioso (como en este caso) se apodera, puede llegar a tal distorsión como la de afirmar que los no creyentes somos malvados, luego, carecemos de ética. Afirmar tamaña aberración, ¡sí es carecer de ella!