Es fascinante la cantidad de patrañas que se cree la gente.
Sin duda es fascinante.
Y lo curioso es que, cuando les dices que sus creencias son creencias, se enfurecen.
Pareciera que, efectivamente se dan cuenta que las creencias son creencias, pero quisieran que no fuese así.
Y, la frustración causa o depresión, o enojo, o ambos.
Y ahí nacen los anargumentos.