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Woman en art, poesía visual.
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Woman en art, poesía visual.
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Que no sea tu cuerpo la primera tumba de tu esqueleto.
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Poema de Jaime Sabines.:001_smile:
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Que no sea tu cuerpo la primera tumba de tu esqueleto.
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Que no sea tu cuerpo la primera tumba de tu esqueleto.
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Nunca te quejes de nadie - Pablo Neruda
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Que no sea tu cuerpo la primera tumba de tu esqueleto.
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Canción
¡Has de hacer un gran ramo
con todas tus palabras, hilandera!
Con las grandes palabras que llovieron
más redondas que frutas en un día sin hiel;
con tus grandes palabras
caídas como soles hasta el silencio mío...
Has de hacer un gran ramo con tus voces,
y estarán las pequeñas,
las que fueron semillas aventadas por tu carinio de cien manos;
y estarán las que ardieron como sal en la llama de tu júbilo, amiga.
Con todas tus palabras
has de hacer un gran ramo
para el amor que ha muerto;
para el amor que ha muerto a mediodía,
junto a la fuente de los ocho cisnes...
Leopoldo Marechal
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Que no sea tu cuerpo la primera tumba de tu esqueleto.
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La dicha de vivir
Poco antes de la oración del huerto, un hombre tristísimo que había ido a ver a Jesús, conversaba con Felipe, mientras concluía de orar el Maestro.
-Yo soy el resucitado de Naim -dijo el hombre-. Antes de mi muerte, me regocijaba con el vino, holgaba con las mujeres, festejaba con mis amigos, prodigaba joyas y me recreaba en la música. Hijo único, la fortuna de mi madre viuda era mía tan solo. Ahora nada de eso puedo; mi vida es un páramo. ¿A qué debo atribuirlo?
-Es que cuando el Maestro resucita a alguno, asume todos sus pecados -respondió el apóstol-. Es como si aquel volviera a nacer en la pureza del párvulo…
-Así lo creía y por eso vengo.
-¿Qué podrías pedirle, habiéndote devuelto la vida?
-Que me devuelva mis pecados -suspiró el hombre.
FIN
Autor: Leopoldo Lugones.
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Que no sea tu cuerpo la primera tumba de tu esqueleto.
Un poema de Vicente Aleixandre, un exponente de la generación de poetas españoles del 27.
Adolescencia
Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
—El pie breve,
la luz vencida alegre—.
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.
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Que no sea tu cuerpo la primera tumba de tu esqueleto.
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Se querían
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.
Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.
Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.
Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.
Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.
Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.
Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.
Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.
Vicente Aleixandre
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Que no sea tu cuerpo la primera tumba de tu esqueleto.
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Los besos
No te olvides, temprana, de los besos un día.
De los besos alados que a tu boca llegaron.
Un instante pusieron su plumaje encendido
sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto.
Te rozaron los dientes. Tú sentiste su bulto,
En tu boca latiendo su celeste plumaje.
Ah, redondo tu labio palpitaba de dicha.
¿Quién no besa esos pájaros cuando llegan, escapan?
Entreabierta tu boca vi tus dientes blanquísimos.
Ah, los picos delgados entre labios se hunden.
Ah, picaron celestes, mientras dulce sentiste
que tu cuerpo ligero, muy ligero, se erguía.
¡Cuán graciosa, cuán fina, cuán esbelta reinabas!
Luz o pájaros llegan, besos puros, plumajes.
Y oscurecen tu rostro con sus alas calientes,
que te rozan. revuelan, mientras ciega tú brillas.
No lo olvides. Felices, mira, van, ahora escapan.
Mira: vuelan, ascienden, el azul los adopta.
Suben altos, dorados. Van calientes, ardiendo.
Gimen, cantan, esplenden. En el cielo deliran.
Vicente Aleixandre
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Que no sea tu cuerpo la primera tumba de tu esqueleto.
Ayys, Estrellita... Siempre llegando allí donde nadie llega.
Extracto:
"... Tú eres la llamada, yo la respuesta,
tú eres el deseo, y yo su cumplimento,
tú eres la noche, y yo el día.
¿Qué más? Es perfecto.
Perfectamente completo,
tú y yo,
¿qué más...?
Qué extraño que pese a todo suframos tanto."
De D. H. Lawrence, Extraído de Bei Hennef.
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Ecos de la casa del amor (Echoes of Love's House)
El Amor nos regala cada don que nos permite vivir.
El Amor nos roba cada don que nos evita sufrir.
El Amor desata los labios en palabras de vanidad.
El Amor ata los labios cuando se dice una verdad.
El Amor aclara los ojos que de otro modo serían fríos.
El Amor ciega los ojos de todos, salvo los tuyos y los míos.
El Amor torna la vida en dicha, hasta que nada tengamos que desear.
El Amor torna la vida en desdicha, hasta que en vano podamos desear.
El Amor, que todo lo cambia, que nunca arrebate mi candor.
El Amor, que todo lo cambia, que me libere de este dolor.
El Amor quema al mundo en un inmutable cielo de placer.
El Amor quema al mundo en una cambiante tumba en donde yacer.
Y allí nosotros dos fuimos abandonados, sin necesidad de trabajar.
Y allí fui sólo abandonado, sin que nadie me llegue a extrañar.
Yo te elogio, Amor, pues la felicidad ha triunfado!
Es esta plegaria suficiente para curar mi corazón destrozado?
De William Morris
«Thou wilt keep him in perfect peace, whose mind is stayed on thee: because he trusteth in thee». – Isaiah 26:3