[REPOSO MENTAL, comentario 111].
El auge de la teoría evolutiva (que deja la existencia humana como un fenómeno a merced del azar, desprovisto de toda trascendencia y sin un futuro prometedor) y la irrupción perplejizante de las dos guerras mundiales (con sus secuelas devastadoras y extendidas hacia la desaparición paulatina de la ética y la moral en las políticas que gobiernan al mundo), ha disparado la motivación de diversos pensadores contemporáneos a reflexionar acerca de la cuestión de la existencia humana. Pero ante la falta de consenso y la inevitable arbitrariedad manifestada en cada una de las líneas de reflexión, debido quizás a que el abordaje de la problemática existencial se presta necesariamente a una multidud de enfoques diferentes supeditados a las apreciaciones subjetivas de cada individuo y a la presión concomitante de viejos paradigmas residuales irreconciliables entre sí, no hay manera humana de dar con una respuesta unánime a las preguntas existenciales. Consecuentemente, entonces, la escasa cantidad de individuos que aún no ha abandonado por agotamiento la búsqueda de respuestas, generalmente debido a estar afectados por el empuje de una crisis existencial, queda a merced del liderazgo de supuestos “iluminados” o ante la perspectiva de creerse un “iluminado”.