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[EL DIOS EMOTIVO, comentario 75]
Por lo tanto, la sagrada escritura no sólo nos aporta una visión más clara de la verdadera condición de inestabilidad mental y emocional en la que nos encontramos como género viviente, sino que, adicionalmente, nos presenta una estampa universal en la que los seres humanos figuran como diminutos protagonistas terrestres vapuleados por un drama que los envuelve y que los afecta silenciosa y terriblemente y que tiene su foco perturbador fundamental en un área de la existencia que es ignota e invisible a nuestos ojos, donde multitudes de criaturas inteligentes sobrehumanas han estado luchado agotadora y enconadamente a través de los siglos por consolidar su posición a favor del Creador por un lado, o en contra de Él por otro lado. El Apocalipsis menciona el resultado de esta controversia cuando informa: “Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus Ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis, capítulo 12, versículos 7 a 9; Biblia de Jerusalén).
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