LAS CUATRO CLASES DE MAGOS



La primera clase es la del hombre que posee una voluntad
de hierro, y una confianza tan absoluta en sí mismo
y en su poder de dominar la naturaleza por la simple fuerza
de su espíritu, que consigue el objeto que se propone
por elmenro hecho de insistir enérgicamente
sobre la consecución del mismo.
Comprende que la voluntad es la la verdadera fuerza motriz,
y no sabe ni se toma la molestia de averiguar por medio de qué
agentes intermediarios obra la voluntad.
No se preocupa, y hasta puede ser completamente ignorante
de que existan sistemas o métodos de operar.
Se concreta simplemente en vencer toda oposición mediante
la fuerza bruta, por decirlo así, y consigue lo que se propone
sólo por la tremenda energía de su inalterable convicción
de que lo que desea puede hacerse y se hará.
Esta clase de magos son en número muy escaso; y sin embargo,
es indudable que existen, y si no están inclinados al bien
pueden ser muy peligrosos. No necesitan método alguno
para tener confianza en sí mismos, pues parece ser que la poseen
por naturaleza.

La segunda clase, es la del hombre que obtiene la necesaria
confianza en sí mismo para dominar, debido al perfecto
conocimiento que posee del asunto que trata y de las fuerzas
que emplea. Este puede ser llamado un mago científico,
puesto que ha hecho un concienzudo estudio de la física astral
y mental, y conoce todo lo que se refiere a las diversas clases
de esencia elemental así como los varios tipos de espíritus
de la naturaleza, de suerte que en cada caso especial puede
emplear exactamente los medios más apropiados para obtener
el resultado que desea con la menor suma posible de esfuerzos
y dificultades. Su perfecta familiaridad con el asunto que trata
hace que se sienta seguro de sí mismo, y capaz de resolver
satisfactoriamente cualquier posible contingencia que se pueda
presentar.

Muchos de estos hombres hacen también un detenido estudio
del tiempo y de las estaciones más apropiadas al objeto que se
proponen, del mismo modo que lo hacen con respecto
a las fuerzas; conocen exactamente en que momento será
más fácil alcanzar el resultado apetecido, y así obtienen lo que
se proponen con el menor gasto posible de fuerzas.
La cuestión del tiempo, de las estaciones y de las influencias
periódicas con su flujo y reflujo es en extremo interesante,
pero nos apartaríamos del objeto principal de nuestro asunto
si esta noche quisiéramos tratarla con alguna extensión,
pues esto signifícaría la entrada en materia para el examen
de la astrología. Por de pronto será suficiente que comprendamos
que existen momentos y condiciones en las cuales se pueden
verificar ciertos esfuerzos con mucha mayor facilidad,
de suerte que, lo que en un momento dado sólo se puede
conseguir con grandes dificultades puede ser obtenido
con relativa facilidad en otro.
Esto demuestra claramente la existencia de influencias planetarias
o de otra clase que obran sobre y en el interior de nuestro mundo,
Y aquel que se dedica a la magia práctica debería poseer
conocimiento de todas ellas así como de sus combinaciones.

El mago perteneciente a la tercera clase, obtiene la confianza
necesaria en sí mismo asegurando el cumplimiento
de sus mandatos por medio de la fe o la devoción.
Tiene una fe tan firme en su protector o deidad, que está
absolutamente seguro de que cualquier orden dada en su nombre
debe ser inmediatamente cumplida.
No hablo aquí simplemente de los resultados que pueden
ser producidos sobre los planos mental y astral, sino tambien
de efectos físicos completamente visibles y positivos.
Basta con que leamos la historia de la Iglesia para conocer
un gran número de casos de curas maravillosas de enfermedades
físicas llevadas a cabo por medio de enérgicos esfuerzos de fe
como aquellos a los que me he referido.
Los casos auténticos de las curas verificadas en Lourdes, Francia
y en Knock, Irlanda, demuestran palpablemente un gran número
de dolencias, aún de carácter puramente físico, ceden ante
una fe sincera y ardiente.
Cualquiera que por medio de la fe haya obtenido suficiente
confianza en sí mismo, hallará que con ello ha hecho su voluntad
tan poderosa, que será capaz de producir los más maravillosos
resultados.

Debe tenerse en cuenta que su propia voluntad es la que
produce tan satisfactorios y benéficos resultados, más no
la intervención del Gran Ser cuyo nombre invoca.
No ignoro que muchos cristianos sinceros atribuirán la causa
directamente a Cristo, en cuyo nombre fue ejecutada;
pero un más detenido estudio del asunto les demostrará
que estas mismas maravillosas curas han sido ejecutadas
por hombres igualmente sinceros en nombre del Señor, Buda
o en el de Mitra, o en el de cualquier otro de los grandes
protectores e instructores del mundo.
La fe sincera y ardiente es la que confiere el poder, sea cual
fuere el que la posee. Los grandes personajes cuyos nombres
se invocan puede que ni aún sean concientes de esta circunstancia;
pero si lo son, y de algún modo intervienen en el asunto,
podemos estar seguros de que será más bien para fortalecer
la fe y la voluntad de sus discípulos, que para contribuír
de un modo directo por medio de un esfuerzo especial de su
propio poder.

La cuarta clase, la componen aquellos que creen en la eficacia
de ciertas ceremonias o fórmulas.
Para ellos, y en sus manos, las fórmulas y ceremonias son
indudablemente eficaces, aunque en la mayor parte de los casos
no es debido a que posean ninguna virtud peculiar suya,
sino a la absoluta confianza que tiene el mago de que cuando
las emplea debe tener infaliblemente el resultado apetecido.
Si leemos los escritos de los alquimistas de la Edad Media,
veremos que practicaban un gran número de tales ceremonias,
y que la mayoria de ellos se habrían considerados incapaces
de obtener los resultados que esperaban sin recurrir a las
formulas acostumbradas.
Se fevestían de ciertos ropajes, empleaban ciertas figuras
cabalísticas, blandían espadas magnetizadas sobre sus cabezas
para ciertos fines, y quemaban ciertas drogas o esparcían
determinadas esencias.
Es indudable que algunas de estas materias poseen un cierto
poder peculiar suyo, pero en la inmensa mayoría de los casos
sólo sirven para proporcionar una perfecta confianza al operador,
fortaleciendo su voluntad hasta el punto que es necesario.
Le ha sido dicho por sus instructores, o ha leido en sus escrituras,
que todos estos accesorios son eficaces, y que si los emplea
obtendrá seguramente lo que desea.
El hombre por sí solo sería posible que vacilase y se asustara;
pero con los ropajes, las figuras y las espadas, se sienten
tan seguro del éxito que va recto al asunto sin temor ni vacilación.



FUENTE: Magia blanca, magia negra. De C. W. Leadbeater





Ignacio el Mago